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Análisis Ecosocial

El Fenómeno del Niño Aumenta Los Conflictos y Guerras En El Mundo

 

 El Niño aumenta los conflictos civiles en el mundo

 

Un estudio descubre que este fenómeno climático ha propiciado el 21% de las guerras desde 1950


Un equipo interdisciplinar del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia (EE UU) relaciona el fenómeno climático de Oscilación del Sur El Niño (ENSO, por sus siglas en inglés) y la incidencia de conflictos violentos. Según el estudio, publicado en la revista Nature, El Niño ha tenido un papel importante en el 21% de las guerras civiles en todo el mundo de 1950 a 2004.

 

En rojo, los países donde la mayoría de la población vive en zonas muy cálidas durante los años de El Niño. Imagen: Nature
En rojo, los países donde la mayoría de la población vive en zonas muy cálidas durante los años de El Niño. Imagen: Nature
“Está documentado que El Niño conduce a situaciones de sequía y calor en todo el trópico, y que estas condiciones tienen importantes efectos negativos en las sociedades”, declara a SINC Kyle Meng, investigador de la Universidad de Columbia (EE UU) y coautor de un estudio sobre la relación entre este fenómeno climático y la incidencia de guerras, que ha sido publicado en la revista Nature.

El trabajo recaba datos de los conflictos civiles ocurridos desde 1950 a 2004 a través del Centro para el Estudio de las Guerras Civiles de Noruega. Los resultados indican que la probabilidad de que ocurran conflictos durante los años de El Niño, cuando las condiciones meteorológicas son por lo general más cálidas, es dos veces mayor que en los años más fríos de La Niña. “Esta es la primera demostración de que la estabilidad de las sociedades modernas se relaciona fuertemente con el clima mundial”, apuntan los autores del estudio.

“Se ha sugerido que los cambios climáticos globales han sido responsables de los incidentes de violencia generalizada e incluso el colapso de las civilizaciones”, señala el estudio. “Sin embargo, la mayor parte del apoyo a esta idea ha sido anecdótica y las metodologías que rigen los estudios cuantitativos no han arrojado resultados concluyentes”.

Las cifras señalan que El Niño ha podido estar relacionado de manera importante con el 21% de las guerras civiles de todo el mundo, y cerca del 30% en los 90 países tropicales afectados directamente por él. Además, los expertos sugieren que el ‘caos’ en lugares como Somalia está aumentando por el calentamiento global.

Los científicos apuntan que el fenómeno de El Niño está vinculado con pérdidas en los cultivos de gran tamaño, escasez de alimentos y aumento de los precios. “En los países con una economía basada en la agricultura, una mala cosecha puede conducir a un aumento del desempleo y desestabilizar a la sociedad, que puede tomar la decisión de luchar de forma más activa”, afirma Meng.

También han descrito cómo en otros lugares El Niño se correlaciona con un aumento de los desastres naturales, como huracanes, y la propagación de enfermedades infecciosas. “Existen además explicaciones no económicas. Algunos trabajos recientes de sociólogos han demostrado que las personas son más agresivas cuando las temperaturas suben”, indica el investigador.

Imagen: Scott Curtis, University of Maryland - Baltimore County. Nasa.
Imagen: Scott Curtis, University of Maryland - Baltimore County. Nasa.
Afecta más a los países pobres

Por otro lado, este fenómeno no perturba a todos los países de la misma forma. Solomon M. Hsiang, autor principal del estudio, asegura que países como Australia, que se ha visto afectado por El Niño, nunca ha conocido una guerra civil.

En contraste, en 1982, este evento climático golpeó a la empobrecida sierra de Perú, destruyendo las cosechas. “Ese año los ataques del movimiento guerrillero Sendero Luminoso se convirtieron en una escalada de violencia durante 20 años de guerra civil que aún continúa en la actualidad”, explica Hsiang.

Otros países en los que se han enquistado los conflictos durante El Niño son El Salvador, Filipinas y Uganda (1972), Angola, Haití y Myanmar (1991), y el Congo, Eritrea, Indonesia y Ruanda (1997).

Los científicos plantean que sus hallazgos podrían mejorar la prevención global de algunos conflictos y crisis humanitarias asociadas. “Sin embargo, la generalización de estos resultados requiere una comprensión más profunda de los mecanismos que relacionan el conflicto con el clima”, señalan.

“Tenemos la sospecha de que todos estos conflictos se están produciendo de forma simultánea durante los eventos de El Niño. El reto está en identificar cuál de estos problemas se está produciendo, cuándo y dónde”, concluye Meng.

Afecta más a los países pobres


Por otro lado, este fenómeno no perturba a todos los países de la misma forma. Solomon M. Hsiang, autor principal del estudio, asegura que países como Australia, que se ha visto afectado por El Niño, nunca ha conocido una guerra civil.

En contraste, en 1982, este evento climático golpeó a la empobrecida sierra de Perú, destruyendo las cosechas. “Ese año los ataques del movimiento guerrillero Sendero Luminoso se convirtieron en una escalada de violencia durante 20 años de guerra civil que aún continúa en la actualidad”, explica Hsiang.

Otros países en los que se han enquistado los conflictos durante El Niño son El Salvador, Filipinas y Uganda (1972), Angola, Haití y Myanmar (1991), y el Congo, Eritrea, Indonesia y Ruanda (1997).

Los científicos plantean que sus hallazgos podrían mejorar la prevención global de algunos conflictos y crisis humanitarias

La Ruptura Matrimonial Es Antiecológica

No solo el divorcio, ¿porqué no revisar la huella ecológica de los mal llamados matrimonios homosexuales? Al ser unidades grupales dónde se tiene que exagerar el uso de recursos para sostener acciones y costumbres que no se adecuan a la anatomía y fisiología del ser humano, es claro que también su huella ecológica será alta... O sea, es lógico pensar que el mal llamado matrimonio homosexual es antiecológico también.

 

El divorcio perjudica al medioambiente

 

 

   La Universidad del Estado de Michigan (East Lansing, EE.UU.) ha realizado un estudio que concluye que el divorcio ha dado lugar a un aumento de unidades familiares más pequeñas en las que el rendimiento de recursos como el agua y la electricidad es peor, y por ello, posee un impacto negativo sobre el medio ambiente. Las conclusiones de la investigación se publican esta semana en la edición digital de la revista PNAS.

 

  El aumento de los divorcios ha dado lugar a la creación de más hogares con menos individuos, en los que el rendimiento de recursos como el agua y la electricidad es peor, generando un impacto negativo sobre el medioambiente. Esto lo han comprobado investigadores que analizaron datos sobre las relaciones domésticas y el uso de los recursos en 12 países desarrollados y en vías de desarrollo de todo el planeta, en las que descubrieron tendencias similares.

  Sólo en 2005 en los Estados Unidos podrían haberse ahorrado aproximadamente 73.000 millones de kilovatios-hora de electricidad y 627.000 millones de galones de agua si el rendimiento de los recursos en los hogares resultantes de los divorcios se hubieran mantenido en los mismos niveles que tenían cuando eran núcleos familiares basados en el matrimonio. Los autores señalan que se utilizaron 38 millones extra de habitaciones, junto a aumentos de entre el 46 y el 56% en los costes de la electricidad y el agua, respectivamente, por persona divorciada.

  Por si esto fuera poco, los autores han comprobado que si el cabeza de familia vuelve a casarse se elimina la demanda extra de recursos. Los gobiernos, recomiendan en PNAS, deberían tener en cuenta el coste total del divorcio y la separación a la hora de diseñar sus políticas ambientales.

Un Enfoque New Age Sobre El Apocalipsis Ecológico

Es un enfoque bastante superficial sobre el Apocalipsis Ecológico. Lo que está haciendo la Tierra (biósfera) es buscar su propio equilibrio ante tanto desequilibrio y es altamente dramático. Algo es cierto en este enfoque superficial, finalmente el reequilibrio abrupto del planeta podría salvarnos de algo peor, al detener tanto egocentrismo e inconciencia en el ser humano.

 

Alejandro Sánchez

 



Los Cambios de la Tierra Nos Están Salvando 



Con el Terremoto y Tsunami de Japón produciéndose tan pronto después del terremoto de Christchurch, mucha gente se ha apresurado a tomar esto como prueba de que la Madre Tierra no está contenta. Otra forma de verlo es, ella es un Ser Vivo, un Planeta Viviente que pasa por sus ciclos así como lo hacemos los humanos.

Ella ha estado aquí por miles de millones de años, mucho antes que apareciéramos nosotros, y estará aquí mucho después. 
Es típico de los humanos ignorar los ciclos naturales, y especialmente es históricamente típico ignorar y deshonrar los ciclos femeninos. 
Oh sí, la Tierra no sólo es un Ser Vivo, ella es un Ser Femenino. 
¿Alguna vez han oído que se la llame Padre Tierra? 
Me parece que no.

Como un Ser Femenino, la Madre Tierra pasa por ciclos muy específicos – algunos los vemos regularmente en nuestro Verano, Otoño, Invierno y Primavera. 


Otros sólo los podemos ver cada 5.000 o 126.000 años, y qué suerte tenemos, ¡podemos estar aquí para ver una de esas Grandes Transiciones de Ciclo! 
Sí, estamos recibiendo el don de estar en la Madre Tierra mientras pasa de una etapa de transición a otra, cuando un ciclo termina y nace un nuevo mundo. 
Como con cualquier cambio o nacimiento, esto no sucede sin... mmmm... ¡¡cambio!!! 



Empieza... la fase de los Cambios de la Tierra. Y adivinen qué, al igual que en cualquier mujer, ¡esto viene con el trabajo de parto, y contracciones, y ruptura de las aguas! 


No sé ustedes, ¡pero yo no creo que una mujer que esté en trabajo de parto vaya a apreciar que le digan que se “calme”! 
No creo que una mujer parturienta vaya a apreciar que le digamos: 
“¿Podrías dejar de sacudirte y gritar? ¡
Estoy tratando de dormir!” Porque adivinen qué, ¡esto no se trata de ustedes ni de mí! 

Se trata de un planeta que está pasando por un increíble proceso de renacimiento, y por alguna sincronicidad sorprendente resulta que hay miles de millones de seres humanos en ella por primera vez, así que por defecto, ¡VAMOS A RENACER CON ELLA!!! 

Sí, la Humanidad se va a beneficiar de este maravilloso evento. 
Además, si la Madre Tierra no estuviera pasando por estos cambios en este momento, no tendríamos un planeta dónde vivir por mucho más tiempo. 
Hemos sido unos pésimos inquilinos y me sorprende que no nos haya desalojado hace mucho tiempo. 


Pero no lo hizo porque aunque sea difícil de creer, ella nos ama. Siguió cuidando de nosotros como lo hace cualquier madre, aunque nosotros la hayamos tratado tan brutalmente. 



Estos Cambios de la Tierra le están permitiendo renacer, y revivirse a sí misma. 
¡Y adivinen qué! 
Los mismos Cambios de la Tierra que temíamos fueran nuestro final, van a ser los mismos eventos que un día vamos a mirar atrás y darnos cuenta: esos Cambios nos SALVARON. 


Ellos salvaron la Tierra, nos salvaron de seguir destruyéndola, nos salvaron de destruirnos a nosotros mismos.

A medida que la Tierra se alinea con el Ecuador y el Centro Galáctico, se vuelve hacia un lado y el otro, accediendo a tanta Luz de alta vibración como le sea posible. 


¿Va a desencadenar esto más terremotos, volcanes, tsunamis y ciclones? No hay una manera fácil de decir esto, pero sí.

Sin embargo, ella no está haciendo esto para hacernos daño ni para lastimarnos, es parte del proceso. 
La está reequilibrando y limpiando. 


Nos está proporcionando, en esencia, un nuevo planeta donde vivir (¡y espero que tratemos a la Tierra versión 5.0 mucho mejor que a las versiones anteriores!). 



No es su culpa que nosotros tengamos casas y edificios que se estén cayendo debido a toda la acción. 
¡Dios! esto suena tan cruel en blanco y negro, pero no es ésa la intención. 
Es sólo un pedido para verlo desde otra perspectiva – la de la Madre Tierra, y la de nuestra supervivencia futura versus nuestras necesidades presentes y antiguas.
Por muy turbulentos y traumáticos que parezcan los eventos, al final vamos a terminar siendo una mejor humanidad. 
Pero no si nos pasamos todo el proceso de parto llorando por cómo nos afecta a NOSOTROS, llorando por lo que NOSOTROS estamos perdiendo.

Tenemos que calmarnos y dejar ir el viejo mundo. 
El viejo mundo se está yendo. 


¿No hay electricidad? 
Bueno, adivinen qué, tenemos un gran SOL en el cielo que ha estado tratando de llamar nuestra atención desde hace años. 
Se llama Energía Solar libre. 


“Miren acá arriba, ¿hay alguien ahí? ¿alooó?” ¿No hay petróleo? 
Energía libre. 
¿No hay dinero? Energía libre. 
¿Necesitan algo? Vamos a recordar que la Madre Tierra realmente tiene todo lo que necesitamos, y vamos a recordar nuestra capacidad de crear todo lo que necesitamos en forma apropiada, sin hacerle daño.



Para todos aquellos que están llorando la pérdida de vidas, por favor sepan que como almas seguimos viviendo. 
Por favor, sepan que todas las almas que están partiendo ahora tenían un contrato para hacerlo así, y nos están ayudando a pasar por este proceso desde un plano superior.


Es muy difícil vivir físicamente sin un ser querido una vez que han partido, lo sé, no están allí para abrazarlos o para llamarlos o para compartir sus alegrías y luchas diarias. 

Pero ellos están con nosotros. 
Están viviendo en otra dimensión. 
Están velando por nosotros. 
Nos están ayudando. 
Pueden hablar con ellos. 
Y si cierran los ojos y lo permiten, pueden sentirlos y escucharlos, si no a través de las palabras, entonces con el corazón.

Estamos TODOS juntos en esto – quienes han partido, quienes todavía van a elegir partir, y aquellos de nosotros que elegimos quedarnos. 
Cuando mi mamá falleció nos dijo que no nos aferráramos a ella con nuestro dolor, “porque entonces no voy a conseguir mis alas y no voy a poder volar y hacer lo que tengo que hacer”. 

Así también, tenemos que honrar a quienes están eligiendo partir durante estos Cambios. 
Ellos tienen que conseguir sus alas y tienen que volar, porque tienen mucho que hacer para ayudarnos con esto. 
Honren sus vidas y su partida viéndolos libres, volando con sus alas, cumpliendo el próximo propósito de su alma.

9 de Marzo 2011 – 28 de Octubre 2011 marca la última onda del Calendario Maya. 
Piensen en la última onda de las contracciones de una mujer. 

 
Sí, va a ser turbulento, pero dentro de esa turbulencia habrá milagros, habrá alegría, habrá lágrimas, habrá belleza. 


Habrá los sonidos de una vida que desaparece, que ya no será, y los sonidos de una nueva vida que emerge, que aún no podemos siquiera imaginar.
por Dana Mrkich 

 

 

E-mail: palomamikel7@hotmail.com    asociación_mayam@hotmail.com  - tfno. .- 647 60 90 95                         
Nuestra página: http://asociacionmayam.webgarden.es

  

ONU, Ecoagricultura Puede Duplicar Producción de Alimentos y Acabar Con Hambre

Según la ONU la Ecoagricultura podría duplicar la producción de alimentos y combatir el cambio climático

 

 

En 10 años, la agricultura ecológica podrá duplicar la producción de alimentos en regiones enteras y además mitigar el cambio climático, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) divulgado en Ginebra.

Un viraje urgente hacia la "ecoagricultura" es la única manera de poner fin al hambre y de enfrentar los desafios del cambio climático y la pobreza rural, dijo Olivier De Schutter, relator especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, tras la presentación de su informe anual, el martes, ante el Consejo de Derechos Humanos.

"La agroecología imita a la naturaleza, no a los procesos industriales.

Reemplaza los insumos externos, como fertilizantes, con el conocimiento de cómo una combinación de plantas, árboles y animales pueden potenciar la productividad de la tierra", dijo De Schutter a IPS.

"Los rendimientos aumentaron 214 por ciento en 44 proyectos en 20 países de África subsahariana usando técnicas de agricultura ecológica durante un periodo de tres a 10 años, mucho más que lo que jamás logró ningún (cultivo) genéticamente modificado", agregó.

Otros estudios científicos han mostrado que pequeños agricultores en 57 países que usan técnicas agroecológicas obtuvieron aumentos promedio de 80 por ciento en sus rendimientos. El de los africanos fue de 116 por ciento.

"La evidencia científica actual demuestra que el desempeño de los métodos agroecológicos supera al del uso de fertilizantes químicos en el estímulo a la producción alimentaria en regiones donde viven los hambrientos", dijo De Schutter.

La agroecología aplica la ciencia ecológica al diseño de sistemas agrícolas. Potencia la productividad del suelo y protege los cultivos contra las pestes dependiendo de elementos naturales.

La ecoagricultura no requiere costosos pesticidas y fertilizantes elaborados en base a combustibles fósiles, así como tampoco maquinaria cara o semillas híbridas. Es ideal para pequeños agricultores pobres y criadores de ganado, que constituyen la mayor parte de los 1.000 millones de hambrientos del mundo.

Los esfuerzos de los gobiernos y los principales donantes, como la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés), de 400 millones de dólares, por subsidiar fertilizantes y semillas híbridas, darán un rápido impulso a los rendimientos, pero no serán sustentables a largo plazo, dijo De Schutter.

La Fundación Gates y la Fundación Rockefeller, que aportan fondos, consideran que el caso de Malawi es exitoso entre los proyectos de AGRA.

Sin embargo, el país no puede darse el lujo de continuar con los subsidios a los fertilizantes, y se está pasando a la agroecología.

"El gobierno (de Malawi) ahora subsidia a los agricultores para que planten árboles que fijen el nitrógeno, a fin de garantizar un crecimiento sostenido en la producción de maíz", dijo De Schutter.

Según él, es de esperar que los países se muestren escépticos hacia las soluciones agroecológicas "porque no van en línea con el paradigma dominante".

Ese modelo agrícola dominante es el enfoque industrial, que busca maximizar la eficiencia y los rendimientos. Sin embargo, ese sistema depende totalmente de combustibles fósiles baratos y nunca rinde cuentas por la degradación ambiental y otros impactos que pueda causar.

Uno de esos impactos es en el cambio climático. "Es justo decir que entre 45 y 50 por ciento de todas las emisiones de gases (de efecto invernadero) se generan en la actual forma de producción alimentaria", dijo De Shutter.

Las emisiones perjudiciales para el clima originadas en la agricultura industrial son más que el dióxido de carbono que desprende la quema de combustibles fósiles. Incluyen enormes cantidades de gases invernadero, como el metano que emiten las heces de los animales y el óxido nitroso de los fertilizantes químicos.

Si se suma la deforestación, que se practica principalmente para aumentar las superficies destinadas a la agricultura, y las emisiones derivadas del procesamiento de alimentos y el transporte de larga distancia de los alimentos en todo el mundo, se llega a casi la mitad de todas las emisiones humanas.

La ecoagricultura puede producir más alimentos para los más pobres del mundo, al tiempo de emitir apenas una fracción de las emisiones, e incluso puede almacenar carbono en el suelo, señaló De Shutter.

El movimiento internacional La Vía Campesina intenta plantear esto desde por lo menos 2009. Sus miembros "pueden ayudar a enfriar el planeta", dijo a IPS el agricultor haitiano Chavannes Jean-Baptiste.

"La evidencia es irrefutable. Si podemos cambiar la manera como cultivamos, producimos y distribuimos los alimentos, tendremos una solución poderosa para combatir la crisis climática", señaló Henk Hobbelink, coordinador de Grain.

En 2009, esta organización no gubernamental internacional publicó un informe en el que mostró que la agricultura industrial era, por lejos, la mayor fuente de emisiones de gases invernadero.

"Para lograr estos resultados no hay obstáculos técnicos. Es solamente una cuestión de voluntad política", dijo Hobbelink. www.ecoportal.net

Inter Press Service - IPS Venezuela
http://www.ipsnoticias.net

¿Porqué A Muchos Poco O Nada Les Interesa La Destrucción de la Vida y del Planeta?

Un artículo para entender este tema.

La dimensión psicosocial en el entendimiento del comportamiento humano frente al cambio climático

 

De la revisión de los diversos autores que han abordado la dimensión psicosocial del cambio climático se desprende que nuestro comportamiento frente al cambio climático se basa en la forma cómo percibimos el tema. Dos factores a considerar refieren a la distancia que percibimos el problema y el grado de afectación personal o colectiva que asumimos. Omland (2011) añade un tercer factor referido a la búsqueda permanente del confort presente. Bajo esta lógica el confort futuro (o el confort de otros) no es mi problema.

¿Por qué resulta tan difícil que en los procesos de negociación internacional se lleguen a acuerdos vinculantes para reducir las emisiones antrópicas de Gases de Efecto Invernadero? ¿Por qué no se aprecian medidas colectivas para la mitigación y adaptación al cambio climático? ¿Por qué nos resulta difícil pasar del conocimiento a la acción de manera individual respecto al cambio climático? Esas fueron las inquietudes que nos llevaron a profundizar la dimensión psicosocial para un mejor entendimiento del comportamiento humano frente al cambio climático.

La base de muchas decisiones para hacer frente al cambio climático radica en los mecanismos de mercado. Según esta perspectiva, lo que no tiene precio, propiedad y actores definidos de transacción económica no puede ser convertido en una herramienta de solución a los problemas ambientales. Así, desde un enfoque de mercado Fisher (2000) menciona que los derechos de propiedad son un componente fundamental de nuestra conducta social, particularmente en el campo económico, y su existencia no depende de un ordenamiento legal ad hoc, sino que estos se han desarrollado como módulos mentales instintivos por su utilidad adaptativa durante el proceso de consolidación de nuestra especie. Garret Hardin en la tragedia de los comunes nos da cuenta que si cada uno busca sacar el mejor provecho de los recursos, la libertad de los recursos comunes resulta la ruina para todos. Sin embargo, las explicaciones basadas en una racionalidad económica instrumental no son suficientes para explicar la complejidad de las decisiones ambientales. Crespo (2008) habla de empezar a abordar desde una racionalidad ética estratégica.

El problema ambiental no se puede abordar las posibles estrategias de solución de manera sesgada apelando sólo a los instrumentos políticos, económicos y jurídicos. Si la sociedad deja de ignorar que el problema no es de la naturaleza sino de nuestra forma de relacionarnos con ella, entonces estaríamos en condiciones de ahondar en nosotros más que en elementos externos (Omland, 2011). De ahí que el tema de la conciencia colectiva y la conciencia emocional sean elementos que debemos profundizar. Por ello la importancia de abordar las dimensiones psicosociales del cambio climático.

Lo primero que tenemos que reconocer a la persona humana como un ente biopsicosocial. Ello nos permite establecer claras relaciones de interacción e influencia entre el individuo y la sociedad. A nivel individual podemos hablar de personalidad y a nivel social hablamos de sintalidad. Hay que reconocer además que existen sociedades individualistas (como las occidentales, que enfatizan la competencia, el logro individual y la autonomía) y sociedad colectivistas (que privilegian la cooperación y la cohesión grupal) (Triandis y colaboradores, 1985).

Una constatación digna de ser tomada en cuenta es nuestra complejidad como personas. Según la teoría de la reversión es parte de la naturaleza humana ser complejos e inconstantes. Así nuestra conducta revierte entre los cuatro pares de estados opuestos: entre ser egocéntricos y ser altruistas, entre ser solidarios y ser dominantes, entre ser conformista y ser rebelde y entre ser serio y juguetón (Kourdi, 2008).

El descubrimiento más importante de la neurociencia es que nuestro sistema neuronal está programado para conectar con los demás, el mismo diseño del cerebro nos torna sociables y establece inexorablemente un vínculo intercerebral con las personas con las que nos relacionamos (cerebro social). No es de extrañar entonces que nuestras relaciones no sólo configuren nuestra experiencia, sino también nuestra biología (Goleman, 2006). A la complejidad de los individuos hay que agregarle entonces el hecho de la mutua influencia que se verifica en los grupos con los que alternamos.

Tomando prestado las explicaciones sociales de los movimientos sociales podríamos re parafrasear y decir “sólo si el grupo define colectivamente la situación como algo negativo que debe ser corregido podremos decir que ha emergido un problema ambiental” Javaloy y colaboradores, 2001). Esta explicación tiene un símil en la teoría de conflictos que dice que la existencia de un problema no significa que estemos frente a un conflicto sino que para que sea tal requiere una acción deliberada de bloqueo.

El International Human Dimensions Program-Global Enviromental Change (IHDP-GEC) reconoce cinco características de orden psicológico que complican el fenómeno:

• La baja visibilidad del cambio global
• La extrema dilación en mostrar la relación causa-efecto
• La psicofísica de los eventos de baja probabilidad
• La distancia social entre actores y víctimas del cambio ambiental,
• El bajo índice subjetivo de costo/efectividad de la conducta protectora del ambiente (Urbina, 2008).

De la revisión de los diversos autores que han abordado la dimensión psicosocial del cambio climático se desprende que nuestro comportamiento frente al cambio climático basa en la forma cómo percibimos el tema. La percepción representa el proceso psicológico por el que la gente reúne información del medio y la da sentido a su mundo (Banks y Krajicek, 1991). Dos factores a considerar refieren a la distancia que percibimos el problema y el grado de afectación personal o colectiva que asumimos.

Por distancia se entiende a la cercanía o lejanía (física o temporal) del problema, que no quiere decir necesariamente distancia de las evidencias de los efectos del cambio climático. Podría estar al frente nuestro a ser parte de nuestra realidad pero igual podemos sentirlo distante. Bajo esta lógica los efectos del cambio climático son para otros, en lugares que no son los míos.

De manera similar el grado de afectación alude al grado de riesgo que asume la persona o colectivo frente a los efectos del cambio climático. Tampoco tiene que ver con la existencia de evidencias sino con el patrón mental. La actitud de invulnerabilidad personal sustenta la argumentación que “podrá afectar a otros pero a mi no me afecta”

A los dos factores arriba mencionados Omland (2011) añade un tercer factor referido a la búsqueda permanente del confort presente. Bajo esta lógica el confort futuro (o el confort de otros) no es mi problema. Un tema similar, aunque en otra perspectiva, refiere al “derecho a contaminar”: “si ellos (los países desarrollados) contaminaron para poder desarrollarse, entonces porque nosotros tendríamos que dejar de hacerlo”.

Tanto el factor distancia como el grado de afectación están influidos por el grado de veracidad que los sujetos y los colectivos creen o quieren reconocer en los efectos reales o aparentes del cambio climático. Aunque el IPCC menciona de manera inequívoca la responsabilidad antropogénica del cambio climático hay que reconocer que existe un grupo de escépticos que relativizan el origen antrópico del cambio climático actual o incluso lo niegan totalmente. Otros no discuten la certidumbre del cambio climático sino las estrategias y mecanismos cómo se los aborda.

Es indudable que la información y comunicación tienen un gran papel en la generación de la conciencia colectiva para abordar seriamente el cambio climático pero hay que analizar con mucha objetividad la forma cómo se las viene tratando, si es para generar temor, culpabilidad o es para generar el sentido de urgencia del cambio de actitudes.

Siguiendo a Lofland (1981) el modelo de comportamiento colectivo se sustenta, entre otros, en los componentes cognitivos, emocionales y de acción. Estos factores están estrechamente interrelacionados y no deben ser vistos de manera fragmentaria. Por ello, si bien es cierto el conocimiento es importante, no basta pues hay que llegar hasta el corazón y el espíritu de las personas y los colectivos. Hemos podido apreciar que tanto en la distancia como en el grado de afectación puede producirse bloqueos mentales a la luz de los paradigmas o creencias con las que actúan las personas y los colectivos.

La polémica sobre el cambio climático dista de ser sencilla y de fácil solución debido en gran parte a la falta de conocimiento científico, pero también a las barreras ideológicas y epistemológicas así como a los grandes intereses políticos y económicos que están involucrados tanto en sus causas como en sus posibles soluciones (Pisanty, 2008).

Frente a los límites de los enfoques legalistas y economicistas, una invitación a los psicólogos y psicólogos sociales para profundizar sobre estos temas y contribuir a la generación de estrategias efectivas para hacer frente al cambio climático. Todavía tenemos mucho que aprender sobre cómo convivir con nuestro niño(a) interior para poder desarrollar relaciones más armoniosas con el ambiente y la sociedad. www.ecoportal.net

Rodrigo Arce Rojas - Ingeniero Forestal

Bibliografía revisada:

Banks y Krajicek, 1991. Perception. En Annual Review of Psychology. 42: 305-331.

Crespo, Patricio. 2008. Decisiones ambientales y liberalismo. Abya Yala. Quito, 143 p.

Goleman, Daniel. 2006. Inteligencia social. La nueva ciencia de las relaciones humanas. Kairós. Barcelona, 543 p.

Javeloy, Federico; Rodríguez, Alvaro y Espelt, Esteve. 2001. Comportamiento colectivo y movimientos sociales. Prentice Hall. Barcelona, 443 p.

Kourdi, Jeremy. 2008. Estrategia. Claves para tomar decisiones en los negocios. 1ª. Ed. The Economist. Buenos Aires, 220 p.

Lofland, J. 1981. Collective Behavior: the elementary forms. En Rosenberg, M. y Turner, R. (Eds.): Social Psychology: sociological perspectives. Nueva York: Basic Boos, 411-446

Omland, 2011. Biodiversidad y cambio climático ¿Necesidad o solidaridad internacional? Editorial San Marcos. Lima, 242 p.

Pisanty, Irene. 2008. Cambio global y biodiversidad. En: Urbina Javier y Martínez, Julia. 2006. Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Instituto Nacional de Ecología. Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Psicología. México, 288 p.

Triandis, H. J. Leung, K., Villarreal, M. J. y Clack, F. L. 1985. Allocentric versus idiocentric tendencies: convergent and discriminant validation. Journal of personality and Social Psycology, 38, 257-267

Urbina, Javier. 2006. Dimensiones psicológicas del cambio ambiental global. En: Urbina Javier y Martínez, Julia. 2006. Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Instituto Nacional de Ecología. Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Psicología. México, 288 p.

Quizás Ya No Podamos Adaptarnos Al Cambio Climático

Si no se frena el calentamiento global, no podremos adaptarnos al cambio climático

Lonnie Thompson advierte de la imposibilidad de reaccionar ante los cambios del clima con la tecnología actual

Lonnie Thompson, uno de los principales expertos en cambio climático del mundo, ha publicado un artículo en The Behavior Analyst en el que afirma que si los humanos no moderamos el uso de los combustibles fósiles mitigando así el calentamiento global, nos enfrentaremos a cambios climáticos para los que no tendremos tiempo de adaptarnos. En un tono catastrofista pero desgraciadamente basado en evidencias científicas innegables, Thompson señala tres opciones posibles ante esta situación: la mitigación del cambio climático, la adaptación, y el sufrimiento de las consecuencias del calentamiento global. La publicación de este artículo coincide con la celebración de la Cumbre del Clima de Cancún, de la que no parece que vaya a surgir la esperanza. Por Yaiza Martínez.

 


Montes Brooks de Alaska. Fuente: Wikimedia Commons.
Montes Brooks de Alaska. Fuente: Wikimedia Commons.
Lonnie Thompson, uno de los principales expertos en cambio climático del mundo, ha señalado recientemente en un artículo publicado por The Behavior Analyst que si los humanos no moderamos nuestro uso de combustibles fósiles, existe la posibilidad real de que tengamos que enfrentarnos a las consecuencias medioambientales, sociales y económicas del cambio climático más rápidamente de lo que podemos asumir.

El acelerado retroceso de los glaciares terrestres y la reducción de las capas de hielo terrestres ilustran de forma dramática la naturaleza del cambio climático al que nos enfrentamos, alerta Thompson.

Lonnie Thompson es un distinguido profesor de la Escuela de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Ohio, en Estados Unidos, que ha alcanzado un reconocimiento global por sus estudios sobre los glaciares de las regiones tropicales y subtropicales del planeta. Por estos análisis está considerado el glaciólogo más importante del planeta.

Por otro lado, en 2005, ganó el equivalente al Nobel de la ciencia ambiental (el Tyler Prize for Environmental Achievement), en 2007 recibió la Medalla Nacional de las Ciencias (mayor honor otorgado en Estados Unidos a un científico) y en 2008 fue proclamado por Time Magazine como uno de los “Héroes del Medioambiente” del planeta.

Adaptación y sufrimiento

Según se explica en la revista Newswise, ésta es la primera vez que Thompson recomienda, en un artículo publicado, acciones específicas contra los efectos crecientes del cambio climático.

Durante las últimas tres décadas, Thompson ha dirigido 57 expediciones a algunas de las regiones más remotas y de mayor altitud del mundo para extraer muestras de hielo de los corazones de los glaciares y de las capas de hielo continental, en los que se preservan registros de los procesos climáticos por los que ha pasado nuestro planeta.

En el pasado, el científico había dejado que sus datos y conclusiones hablaran por sí solos, pero en su último artículo, dirigido a sociólogos y expertos del comportamiento, expresa abiertamente su preocupación sobre el peligro de ignorar las evidencias acerca de las consecuencias del cambio climático.

Thompson escribe que “a menos que un gran número de personas siga los pasos adecuados, como apoyar las regulaciones gubernamentales dirigidas a reducir las emisiones de gas de efecto invernadero, las únicas opciones que nos quedarán (ante las consecuencias del cambio climático) será la adaptación y el sufrimiento. Y cuanto más nos retrasemos, más desapacible será esta adaptación y mayor será el padecimiento”.

Cambios potencialmente catastróficos

Thompson afirma, asimismo, que prácticamente todos los investigadores del clima “están convencidos actualmente de que el calentamiento global constituye una clara amenaza para nuestra civilización”.

Esta opinión no es una exageración sino que se basa en “evidencias científicas que documentan que la Tierra se está calentando, que este calentamiento es debido a la actividad humana, que está causando importantes cambios en muchos de los sistemas básicos terrestres, y que podría propiciar cambios rápidos y potencialmente catastróficos en un futuro próximo”.

Estos escenarios futuros, explica Thompson, no emergen, como a menudo se ha sugerido, simplemente a partir de simulaciones informáticas, sino también a partir del análisis y valoración de las evidencias científicas recopiladas.

 

Lonnie Thompson. Fuente: Ohio State University.
Lonnie Thompson. Fuente: Ohio State University.
Menos recursos, mayor sufrimiento

Thompson enumera tres opciones para enfrentarnos al calentamiento global: la mitigación (del calentamiento), como prevención; la adaptación, como reacción; y el sufrimiento, resultante del cambio climático.

Según el científico: “Claramente, la mitigación sería nuestra mejor opción, pero hasta ahora la mayoría de las sociedades del mundo, incluidos los Estados Unidos y los principales países emisores de gases de efecto invernadero, han hecho poco más que hablar sobre la importancia de dicha mitigación”.

Thompson añade que, actualmente, no existen soluciones tecnológicas rápidas contra el cambio climático por lo que nuestra única esperanza radica en cambiar nuestro comportamiento y así frenar significativamente el calentamiento global, “de tal forma que ingenieros y científicos tengan tiempo de idear, desarrollar y desplegar posibles soluciones tecnológicas”.

“Todo el mundo se verá afectado por el cambio climático”, advierte el científico y concluye: “pero aquéllos con menos recursos para la adaptación serán los que más sufran”.

Ejemplos claros

En su artículo, Thompson aporta claras evidencias científicas del calentamiento global: las capas de hielo de la cima del Monte Kilimanjaro de Tanzania se han reducido en un 85% desde 1912; el glaciar tropical de Quelccaya, que es el más grande del mundo y está ubicado en los Andes de Perú ha retrocedido un 25% desde 1978.

Por otra parte, las capas de hielo de los Himalayas han visto reducido su espesor y todos los glaciares de los Montes Brooks de Alaska están retrocediendo, al igual que el 98% de los montes del sudeste del país.

Por último, el 99% de los glaciares de los Alpes, el 100% de los de Perú, y el 92% de los de los Andes de Chile se están también reduciendo. Entretanto, los niveles del mar están aumentando y la pérdida de la capa de hielo del Polo Norte continúa aumentado anualmente.

La publicación de la advertencia de Thompson coincide con la celebración de la Cumbre del Clima de Cancún, en la que 194 países tratan de ponerse de acuerdo estos días para luchar contra el cambio climático. Sin embargo, los expertos prevén que de esta Cumbre saldrá sólo un acuerdo de mínimos que se concretará en los años venideros.

Según la Plataforma SINC, la financiación, la mitigación y la transparencia han sido puntos clave de la discordia entre las naciones asistentes al encuentro. En general se teme que los escasos acuerdos que en él finalmente se alcancen no sirvan para evitar que la temperatura del planeta aumente dos grados con respecto a los niveles preindustriales, un aumento que está considerado el umbral de la catástrofe.

La Agricultura Como Fuente de Destrucción Ambiental

La agricultura, la producción y el consumo de alimentos son los principales generadores de impactos ambientales



08-06-10 Por Walter A. Pengue

 

Todas las actividades económicas dependen de energía, materiales, suelos y otros insumos; generan además residuos, que se introducen como desperdicios o contaminación. La Tierra tiene una capacidad limitada para suministrar recursos y para absorber contaminación. Una cuestión fundamental para todos los gobiernos del mundo es la de cómo las diferentes actividades económicas influyen en el uso de los recursos naturales y en la generación de contaminación. En una reciente reunión del Panel de Manejo Sostenible de los Recursos, un grupo de científicos convocado y coordinado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (IPRSM UNEP), se señaló a la agricultura, la producción y el consumo de alimentos y la extracción y el consumo de combustibles fósiles como los principales factores desencadenantes de relevantes impactos ambientales a escala global.

 

En una reciente reunión del Panel de Manejo Sostenible de los Recursos, un grupo de científicos convocado y coordinado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (IPRSM UNEP), se señaló a la agricultura, la producción y el consumo de alimentos y la extracción y el consumo de combustibles fósiles como los principales factores desencadenantes de relevantes impactos ambientales a escala global.

El Grupo que el día 1 de Junio ppdo. presentó durante la Greenweek, un evento desarrollado en la Comisión Europea en Bruselas, expuso sobre los Impactos Ambientales del Consumo y la Producción el Informe desarrollado por el Panel, coordinado en este caso por el Dr. Edgard Hertwich, de la Universidad Noruega en Ciencia y Tecnología, cuyos datos fueran complementados para el análisis del caso de la agricultura mundial, por el Dr. Walter A. Pengue, miembro también del Panel Internacional y de la Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina).

Tanto el Prof. Ernst von Weizsäcker, Co-Chair del Panel, como la Directora Ejecutiva de UNEP, Angela Cropper y el Director General de la Comisión Ambiental Europea, Sr. Karl Falkenberg, destacaron la relevancia del informe y el oportuno momento de su difusión amplia a los efectos de lograr cambios sustanciales en los hábitos de consumo y producción tanto de los habitantes del mundo desarrollado como en desarrollo.

Todas las actividades económicas dependen de energía, materiales, suelos y otros insumos; generan además residuos, que se introducen como desperdicios o contaminación.

La Tierra tiene una capacidad limitada para suministrar recursos y para absorber contaminación. Una cuestión fundamental para todos los gobiernos del mundo es la de cómo las diferentes actividades económicas influyen en el uso de los recursos naturales y en la generación de contaminación.

El Grupo Internacional de Expertos sobre Gestión Sostenible de los Recursos responde a este desafío con su reporte: “Evaluación de los impactos medioambientales del consumo y la producción de productos y materiales prioritarios”. El reporte, que resulta de la revisión de una extensa bibliografía y en la que participaron varios expertos, ofrece una sólida evaluación de qué actividades económicas tienen los mayores impactos o presiones medioambientales.

En su evaluación de los impactos de las actividades económicas en el entorno natural de la Tierra, este informe incluye los siguientes temas:

Identificación de los usos de recursos naturales e impactos ambientales más importantes. ¿Qué presiones medioambientales son clave en la evaluación de los productos y los materiales? Desde la perspectiva de la producción, ¿cuáles industrias son las que mayormente contribuyen a las referidas presiones medioambientales? Esta perspectiva permite a productores y tomadores de decisión saber dónde introducir tecnologías limpias. Desde la perspectiva del consumo final, ¿qué categorías de consumo y grupos de productos tienen los mayores impactos medioambientales durante su ciclo de vida? Esta perspectiva ayuda a comprender qué cambios hacia productos con menor impacto y estilos de vida sostenibles suponen una mayor reducción de los impactos. Desde una perspectiva de uso de recursos y materiales, ¿qué materiales tienen el mayor impacto medioambiental durante su ciclo de vida? Esta perspectiva ayuda a comprender qué cambios en la base material de la sociedad pueden resultan en menores impactos. ¿Serán las perspectivas y conclusiones de este reporte más relevantes y críticas, de realizarse las tendencias socioeconómicas esperadas? ¿Cuáles son las conclusiones globales de este reporte con respecto a las actividades económicas de impactos socio-ambientales más relevantes?.

Los impactos más críticos se relacionan con la salud de los ecosistemas y de la población, así como con el agotamiento de los recursos naturales. De estos, los dos impactos en la salud son los que más se han estudiado. Los problemas de salud poblacional parecen ser sobre todo problemas del desarrollo.

De acuerdo a la Evaluación de Ecosistemas del Milenio, las pérdidas irreversibles de ecosistemas han resultado de cambios en los hábitats, contaminación con nitrógeno y fósforo, cambio climático, especies invasoras y sobreexplotación de recursos pesqueros y forestales.

El estudio sobre Carga Mundial de Morbilidad de la Organización Mundial de la Salud muestra que la mayoría de las enfermedades se relacionan con el subdesarrollo, por ejemplo, con la malnutrición. Factores medioambientales como la exposición al plomo, la contaminación del aire en las ciudades, el cambio climático y la exposición a partículas y carcinógenos en el trabajo provocan un pequeño porcentaje de la carga de morbilidad.

Existe menos consenso sobre los impactos relacionados con el agotamiento de los recursos, especialmente sobre la cuestión de si las fuerzas del mercado resolverán la escasez.

Desde la perspectiva de la producción, los mayores impactos ambientales resultan de procesos de combustión de combustibles fósiles, agricultura y pesca.

El uso y quema de combustibles fósiles en instalaciones eléctricas, viviendas, transporte e industrias de elevado consumo energético, resaltan entre las principales causas del cambio climático, al agotamiento de los recursos abióticos y, en algunos casos, así como problemas de eutrofización, acidificación y toxicidad.

Las actividades agrícolas y aquellas que usan biomasa son importantes determinantes del cambio climático, la eutrofización, la explotación de tierras y agua, y la toxicidad.

La sobreexplotación y el desplome de las reservas pesqueras se relacionan claramente con el sector pesquero.

Desde la perspectiva del consumo final, el consumo doméstico relacionado con la movilidad, la vivienda, la alimentación y los productos que utilizan energía provoca la mayoría de los impactos del consumo en el ciclo de vida de los productos.

En la mayoría de los países, el consumo doméstico es fuente de cuando menos 60% de los impactos de ciclo de vida de los recursos. Dentro del consumo doméstico, alimentación y vivienda son principales causas del cambio climático en los países en desarrollo. En los países desarrollados, vivienda, movilidad, alimentación y productos manufacturados determinan normalmente más del 70% de los impactos del consumo doméstico.

El consumo gubernamental y la inversión en infraestructuras y bienes de capital conllevan menores impactos que el consumo doméstico. Una excepción se da cuando las economías emergentes construyen sus infraestructuras.

Es fundamental estudiar el papel de las importaciones y las exportaciones. Las economías emergentes (especialmente en Asia) exportan grandes cantidades de productos a los países desarrollados. Esto traslada algunos de los impactos generados por el consumo de los países desarrollados a los países productores.

Los impactos del consumo aumentan cuanto mayor es la riqueza de una sociedad. Normalmente, una duplicación de los ingresos conlleva un 80% más de emisiones de CO2.

Desde la perspectiva de los materiales, los productos agrícolas, los materiales bióticos y los combustibles fósiles resultan fundamentales.

En la actualidad se utilizan dos enfoques principales parar priorizar el impacto ambiental de los materiales. El análisis de los flujos de materiales (MFA) que contabiliza la masa de materiales utilizados. Indicadores de impacto, como el consumo de materiales ponderado en función del medio ambiente (EMC), que añaden un factor de ponderación que refleja los impactos en el ciclo de vida por kilogramo de material.

Ambos tipos de indicadores subrayan la enorme importancia de los productos alimentarios y de los combustibles fósiles. Los estudios de impacto destacan el peso relativo de los productos animales, ya que consumen indirectamente una gran proporción de los cultivos mundiales, lo que conlleva un elevado uso de tierras. Como los materiales de construcción no provocan grandes impactos en sus ciclos de vida, sólo resultan relevantes en los indicadores que contabilizan la masa total de materiales utilizados.

Muchos metales tiene un elevado impacto por kilogramo en comparación con otros materiales. En vista del tamaño comparado de sus flujos, solo el hierro, el acero y el aluminio entran en la listas de metales prioritarios. En conjunto, los minerales son igual de importantes que los plásticos.

Si se combina una perspectiva de producción, consumo y ciclo de materiales se puede concluir que los alimentos/la agricultura y todos los procesos que implican el consumo de combustibles fósiles son cruciales.

La agricultura y el consumo de alimentos son los principales generadores de presiones medioambientales (de cambios en los hábitats, el clima, ciclo del agua y los flujos de emisiones tóxicas).

De peso comparable es el consumo de combustibles fósiles para la calefacción, el transporte y la elaboración de productos manufacturados (por el agotamiento de recursos energéticos fósiles, el cambio climático y otra serie de impactos).

Es poco probable que, de seguir las actuales tendencias de desarrollo, se reduzcan los impactos de estas actividades. Todo lo contrario. El crecimiento demográfico y económico va a generar una mayor demanda de energía y alimentos y, con toda probabilidad, una demanda comparativamente elevada de productos cárnicos y lácteos, las categorías más intensivas desde el punto de vista medioambiental.

Existen muchas formas de reducir los impactos medioambientales de la producción y el consumo en las zonas prioritarias identificadas, por ejemplo a través de la modificación de los hábitos de consumo o del uso de la mejor tecnología disponible en las actividades de producción. Nuevos estudios que identifiquen y evalúen estas opciones ayudarían a los tomadores de decisión a avanzar hacia una gestión sostenible de los recursos.

Parece importante revisar los actuales escenarios; si fuese preciso, construir otros escenarios que exploren los impactos potenciales y los problemas de disponibilidad de recursos relacionados con la transición hacia una economía verde.

Las conclusiones de este informe se basan en una amplia selección de estudios y, por tanto, pueden considerarse sólidas. Sin embargo, la mayoría de estos estudios se realizaron para diferentes países, utilizando distintos enfoques y distintas clasificaciones de datos. Recomendamos al PNUMA y a otras organizaciones exploren posibles colaboraciones en la generación transnacional e internacional de datos armonizados. www.ecoportal.net

Walter A. Pengue

Nota:

Este Informe como todos los demás, así como una presentación de ppt con las principales conclusiones y actividades del Panel, se pueden descargar de la página de UNEP en www.unep.fr, junto a los otros informes disponibles como Biocombustibles y Metales

Más Allá de la Crisis Económica Está La Crisis Ecológica

Más allá de la crisis económica: subsunción real de la naturaleza al capital y crisis ecológica

 

La problemática ecológica envuelve aspectos económicos, sociales, culturales y políticos, de manera que requiere una visión totalizadora. Hoy, más que nunca, quedan expuestos los fundamentos del funcionamiento del modo de producción y reproducción capitalista como factores desencadenantes tanto de la crisis económica como de la crisis ecológica. Para cuestionar estos fundamentos se hace necesario recuperar la crítica de las formas fetichizadas de la economía política que brindara la teoría marxista pero ahora enriquecida con los aportes del marxismo ecológico. No basta con el análisis de la relación capital–trabajo sino que se vuelve imprescindible incorporar una nueva mirada de la relación entre el hombre y la naturaleza y específicamente el modo en que el régimen capitalista de producción se apropia de su entorno natural.



Resumen

El presente artículo pretende indagar la crisis ecológica como una crisis estructural del modo de producción y reproducción capitalista, al mismo tiempo que propone líneas de reflexión para entender el modo en el cual se conjuga con las crisis económicas. A tal fin, se esgrimen las categorías que brinda el marxismo en su vertiente ecológica, no sólo para entender el surgimiento de la crisis de sobreproducción sino también de la crisis de subproducción. Asimismo, se plantea la incorporación del concepto de subsunción real de la naturaleza al capital con el objetivo de caracterizar el proceso creciente de apropiación capitalista del entorno natural y a la creación de una segunda naturaleza. Por último, se sugiere como corolario de la crisis ecológica el aumento de la desigualdad ambiental y, por ende, el incremento de la conflictividad ambiental.

1. Introducción

Recesión, desocupación, baja de salarios. Degradación ambiental y agotamiento de bienes naturales (1). Crisis económica y crisis ecológica. Cómo nunca antes en la historia de la humanidad se han conjugado estos dos tipos de crisis. La crisis económica capitalista no es una novedad en sí misma en su continuado ciclo de expansión–contracción, aunque sí su magnitud. Lo que resulta verdaderamente novedoso desde hace unas décadas es la experimentación de una crisis ecológica que llegó para quedarse y que año tras año se profundiza. Sin embargo, sus causas no suelen ser atribuidas al funcionamiento del sistema capitalista.

Durante la primera mitad de 2008 la crisis ecológica se tradujo en la subida exponencial de los precios del petróleo y de los alimentos. La cotización internacional del barril del petróleo traspasó los 100 dólares y alcanzó un máximo histórico de 147 dólares en el mes de julio. En tanto que la denominada crisis alimentaria agravó la situación mundial del hambre. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señala que “en el primer semestre de 2008 los precios internacionales en dólares de los cereales habían alcanzado sus niveles más altos en casi 30 años (...) Los precios de los alimentos eran un 40 % superiores a los valores de 2007 y un 76 % respecto a los de 2006 (...) la escalada de los precios de los alimentos empujó a unos 115 millones de personas al hambre crónica durante 2007 y 2008, lo cual significa que hoy en día viven en el mundo mil millones de personas hambrientas (FAO, 2009: 6).

Con todo, lejos de cuestionar la lógica mercantil subyacente, las recomendaciones que brindó la Conferencia de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria Mundial organizada por la FAO en Roma apuntaron al incremento de la productividad y de la producción. De modo que se instó a la comunidad internacional a que “intensifique la inversión en ciencia y tecnología para la alimentación y la agricultura” y “a continuar sus esfuerzos por liberalizar el comercio agrícola internacional reduciendo las barreras comerciales y las políticas que distorsionan los mercados” (FAO, 2008: 3). Mayor aplicación científica y tecnológica sobre la naturaleza y más mercado: las recetas propuestas no difieren de las causas de la enfermedad.

Al mismo tiempo, los efectos del cambio climático se hacen sentir con el aumento del calentamiento global, acompañado de fuertes sequías e inundaciones. Según la organización Global Humanitarian Forum para el año 2030 se espera que la vida de 660 millones de personas esté gravemente afectada, ya sea por desastres naturales causados por el cambio climático o por la degradación progresiva del medio ambiente (Global Humanitarian Forum, 2009: 12). A pesar de la creciente preocupación de las potencias mundiales por el cambio climático, no han hecho más que crear los derechos de emisión de CO2 a partir del Protocolo de Kyoto, generando una suerte de privatización de la atmósfera. En la actualidad el comercio de los créditos de carbono ascendió a 126.000 millones de dólares en 2008 y se espera que llegue a los 3,1 billones en 2020 (Friends of the Earth, 2009: 4).

Como si fuera poco, la crisis ecológica se evidencia también en el acelerado consumo de los bienes que provee la naturaleza. El informe Planeta Vivo de 2008 de la World Wide Fund For Nature (WWF) indica que en los últimos 35 años se ha perdido casi un tercio de la vida silvestre de nuestro planeta. Aún más impactante resulta el índice de huella ecológica, elaborado por la WWF, que mide la demanda de la población mundial sobre los recursos biológicos del planeta (2). La demanda de la humanidad en 1961 era la mitad de la biocapacidad mundial, mientras que en 2005 la demanda excedía en casi un 30% esa capacidad. Es decir, que la huella ecológica aumentó más del doble en las últimas cuatro décadas y los pronósticos son menos alentadores ya que a mediados de la década de 2030 la demanda equivaldrá a la capacidad biológica de dos planetas Tierra (WWF, 2008: 2). La WWF atribuye los datos al crecimiento de la población mundial y de los niveles de consumo pero sólo explican una parte del problema y adopta una posición cercana al neo-malthusianismo.

La problemática ecológica envuelve aspectos económicos, sociales, culturales y políticos, de manera que requiere una visión totalizadora. Hoy, más que nunca, quedan expuestos los fundamentos del funcionamiento del modo de producción y reproducción capitalista como factores desencadenantes tanto de la crisis económica como de la crisis ecológica.

Para cuestionar estos fundamentos se hace necesario recuperar la crítica de las formas fetichizadas de la economía política que brindara la teoría marxista pero ahora enriquecida con los aportes del marxismo ecológico. No basta con el análisis de la relación capital–trabajo sino que se vuelve imprescindible incorporar una nueva mirada de la relación entre el hombre y la naturaleza y específicamente el modo en que el régimen capitalista de producción se apropia de su entorno natural.

Esta apropiación será entendida en términos de la subsunción real de la naturaleza al capital. Asimismo, evaluaremos de qué manera reaparece históricamente para el marxismo ecológico la crisis de subproducción unida a la crisis de sobreproducción característica del capitalismo. Por último, dejaremos algunas reflexiones en relación a las desigualdades ambientales y a los conflictos ambientales como consecuencias ineludibles de este sistema y sus crisis.

2. Los aportes de la crítica marxista ecológica a la relación capital-naturaleza

Tanto la economía clásica como la neoclásica han interpretado la relación hombre-naturaleza desde los fundamentos del individualismo metodológico, es decir que los individuos son considerados como átomos presociales, los homo economicus, actuando en un mundo sin espacio y por ende anti-natural. Se trata de “una racionalidad que separa en un primer momento recursos naturales de otros componentes no valiosos de la naturaleza, incapaces de servir como fuentes de valorización capitalista; y en un siguiente paso esa racionalidad separa un recurso natural del otro” (Altvater, 2009: 3). La naturaleza adquiere un status económico aunque permanece como factor externo. La separación entre aquellos elementos útiles y no útiles para el capital depara la destrucción de la integridad de la naturaleza.

Desde la perspectiva clásica de la economía, la mano invisible del mercado es quien mejor asigna los recursos provistos por la naturaleza. En función de salvaguardar al mercado de sus fallas, los neoclásicos introdujeron el análisis de las externalidades de producción y consumo. Las externalidades son susceptibles de ser incorporadas a los precios de las mercancías y de esa manera corregir la falla. Una interpretación exagerada de este enfoque se condensa en el Informe Stern, encargado por parte del Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, cuando indica que el cambio climático debería considerarse como la mayor falla del mercado jamás vista en el mundo (Stern, 2006: 25).

Según Altvater, los límites al crecimiento, el agotamiento de recursos y las guerras libradas alrededor de ellos dejan al descubierto más que nunca las dificultades para sostener un enfoque metodológico basado en reglas racionales de decisión tomadas por un conjunto de individuos. Por ello se vuelve imprescindible adoptar una visión holística, totalizadora, fundamentada en las relaciones de los hombres entre sí y de ellos con la naturaleza. Allí radica la fortaleza de la crítica marxista ya que pone al individuo situado en un marco socio histórico, aunque debe nutrirse con una perspectiva que incorpore las fronteras naturales. Se torna imprescindible recuperar la crítica del fetichismo de las mercancías, no solo en la relación capital-trabajo sino también en la relación capital-naturaleza.

El mundo natural no formaba parte de las preocupaciones inmediatas de Marx pero no dejaba de señalar que la naturaleza es, junto al trabajo, punto de partida de la producción de valores de uso. “En este trabajo de conformación, el hombre se apoya constantemente en las fuerzas naturales. El trabajo no es, pues, la fuente única y exclusiva de los valores de uso que produce, de la riqueza material. El trabajo es, como ha dicho William Petty, el padre de la riqueza, y la tierra la madre” (Marx, 2000: 10).

Apartándonos de su forma histórica, en toda sociedad el trabajo es el momento de intercambio con la naturaleza, es la actividad con la cual el hombre se apropia de su entorno y lo transforma para encaminarse a la satisfacción de sus necesidades (alimento, vivienda, vestimenta, etc.). En el proceso de trabajo interviene no sólo el trabajo del hombre sino también el objeto sobre el cual se realiza y los medios de trabajo. El objeto de trabajo primario lo brinda la naturaleza, condición ineludible para cualquier sociedad. Con los medios de trabajo sucede algo similar: “Entre los objetos que sirven de medios para el proceso de trabajo cuéntanse, en un sentido amplio, además de aquellos que sirven de mediadores entre los efectos del trabajo y el objeto de éste y que, por tanto, actúan de un modo o de otro para encauzar la actividad del trabajador, todas aquellas condiciones materiales que han de concurrir para que el proceso de trabajo se efectúe. Trátase de condiciones que no se identifican directamente con dicho proceso, pero sin las cuales éste no podría ejecutarse, o sólo podría ejecutarse de un modo imperfecto” (Marx, 2000: 133).

Dichas condiciones materiales, o condiciones de la naturaleza exterior al hombre, se presentan de dos formas si a los medios de trabajo adicionamos los medios de vida. De esas condiciones dependerá la productividad del trabajo y la producción de plusvalía. “Si prescindimos de la forma más o menos progresiva que presenta la producción social, veremos que la productividad del trabajo depende de toda una serie de condiciones naturales. Condiciones que se refieren a la naturaleza misma del hombre y a la naturaleza circundante. Las condiciones de la naturaleza exterior se agrupan económicamente en dos grandes categorías: riqueza natural de medios de vida, o sea, fecundidad del suelo, riqueza pesquera, etc., y riqueza natural de medios de trabajo, saltos de agua, ríos navegables, madera, metales, carbón, etc. En los comienzos de la civilización es fundamental y decisiva la primera clase de riqueza natural; al llegar a un cierto grado de progreso, la primacía corresponde a la segunda” (Marx, 2000: 429). Más de ciento cuarenta años después de la publicación de este libro, el capitalismo ya está explorando cuán imperiosas resultan esas condiciones naturales de producción: tierra cultivable, energía, minerales, agua, biodiversidad.

Durante el proceso de trabajo el hombre se vale de materias primas brindadas por la naturaleza, al tiempo que genera outputs indeseados que vuelven como deshechos al medio natural. Hay una producción de entropía, como afirmara Ilya Prigogine. Es decir que el trabajo, como relación de intercambio entre la sociedad y la naturaleza, involucra inevitablemente una transformación de materia y energía, que no son aprovechados en su totalidad y parte de ellos se pierden.

Bajo la forma social capitalista, la relación sociedad-naturaleza se quiebra. Readquiere relevancia el carácter dual del trabajo que se manifiesta en su carácter concreto de producción de valores de uso y en su carácter abstracto de producción de plusvalor. El primero es parte integral del metabolismo hombre-naturaleza y, en cambio, el segundo es una relación social inmaterial entre capital y trabajo. En consecuencia, en el régimen capitalista la producción de entropía crece dado que el proceso de producción de valores de uso es al mismo tiempo valorización del valor por parte del capital.

El proceso de producción y reproducción capitalista se organiza a partir de “una cadena de procesos de trabajo sucesivos y/o simultáneos, en donde los componentes de la naturaleza intervienen como tales solo en algunos eslabones de la cadena, generalmente en el inicio. Pudiendo participar como objetos o medios de trabajo, continúan el ciclo bajo la forma de productos elaborados (cosas a las cuales se les ha aplicado trabajo) que siempre provienen de algún elemento natural. Estos productos, bajo distintos grados de transformación, circulan en la dinámica social regresando en la mayoría de los casos al medio natural como desperdicios” (Galafassi, 1998). En la continuidad del ciclo, el origen natural de las mercancías y su destino, una vez desgastadas, suelen ser desconocidos para millones de consumidores. La propiedad privada establece la cosificación del objeto natural y la alienación respecto a la naturaleza que, a su vez, se transforman en fundamentos del agotamiento de los bienes naturales y de la contaminación ambiental. La naturaleza es fetichizada por obra y gracia del capital.

De modo que en el régimen capitalista la forma predominante en la cual el hombre se vincula a la naturaleza es la apropiación privada y la mercantilización. La producción está dirigida a la obtención de plusvalía relativa a través del aumento de la productividad; y el mercado, signado por la competencia entre capitales individuales. Con esas características, la reproducción en escala ampliada del capital estimula la centralización no sólo de los medios de producción. Para una perspectiva ecológica, cabe enfatizar una restricción cada vez más pronunciada en el acceso y control de los bienes naturales, que no es más que la riqueza natural de medios de vida y objetos/medios de trabajo.

La ciencia moderna ha jugado un rol protagónico al servicio del capital, construyendo las nociones de progreso infinito y crecimiento ilimitado desde finales del siglo XVIII. Dicha concepción de la ciencia ha resultado muy fructífera para el proceso de acumulación capitalista; un vínculo sobre el que las ciencias sociales aún tienen hilo para enhebrar. Se traza un horizonte perpetuo y de dominio absoluto del mundo natural. Estamos ante la subsunción real de la naturaleza al capital. Si dentro de la teoría marxista tradicional se instituye el concepto de subsunción real del trabajo al capital (Marx, 2001:72), desde allí podemos proyectar la naturaleza subsumida a las necesidades del capital: la producción capitalista en escala ampliada se apoya en un mundo natural crecientemente mercantilizado, que no sólo provee de valores de uso sino también que adquiere un precio mediante el cual puede ser enajenado y apropiado. En la subsunción real la naturaleza se presenta como una fuerza productiva del capital. En términos similares, Enrique Leff plantea que “la naturaleza es cosificada, desnaturalizada de su complejidad ecológica y convertida en materia prima de un proceso económico; los recursos naturales se vuelven simples objetos para la explotación del capital” (Leff, 2005: 264).

Pedro Scaron (traductor de la edición crítica al español de El capital) señala que el sustantivo subsumtion que utiliza Marx significa tanto subordinación como inclusión (Scaron, 2001: XV). En sus orígenes, el capitalismo operaba sobre la base de procesos laborales preexistentes al mismo tiempo que se apoyaba en las condiciones naturales en la forma de medios de vida y de medios de trabajo. El capitalista aparecía como poseedor de esos medios y como apropiador directo de trabajo ajeno. La escala del proceso de trabajo se ampliaba gradualmente pero no producía un cambio en la forma del mismo. A esa forma Marx la denominaba subsunción formal del trabajo al capital y decimos también subsunción formal de la naturaleza. En cambio, con la subsunción real del trabajo y de la naturaleza al capital se produce una revolución total del modo de producción mismo. Se revolucionan la forma del proceso de trabajo y la productividad del trabajo. Es la instauración del modo de producción específicamente capitalista que conquista todas las ramas industriales y, según nuestra perspectiva, la naturaleza misma.

El régimen capitalista no sólo incluye a la naturaleza sino que también la subordina a los designios de la producción de plusvalor. Es un proceso simultáneamente extensivo e intensivo. Extensivo porque el capital se va adueñando de cada porción de la naturaleza, ampliando las fronteras de extracción como continuidad de la acumulación originaria. E intensivo porque cada vez precisa mayor cantidad de bienes naturales y de sometimiento de las fuerzas naturales para incorporarlos como medios de vida y medios de producción, fundamentalmente como energía. El avance inédito en las últimas décadas en el terreno de la biotecnología ilustra de manera brutal la subsunción de la naturaleza. Combina estrechamente una aplicación científico-tecnológica intensiva con la mercantilización de la naturaleza, llegando a sus más ínfimos poros. En efecto, el uso y manipulación genética de organismos vivos (plantas, animales, microorganismos y material genético humano) posibilita una vasta gama de usos industriales y comerciales y la generación de alteraciones ambientales que afectan la vida de las especies en el presente y en el futuro. Esto nos permite una comprensión más acabada de lo que se denomina “ambiente construido” o “segunda naturaleza”, es decir que el capital modifica y construye un medio natural acorde con sus expectativas de obtención de ganancias. Además, los avances biotecnológicos permiten ampliar los contenidos pasibles de patentamiento. Es así que capitales multinacionales quieren hacerse de la propiedad intelectual de material biológico y genes hasta hace no mucho impensados. Hay una “tendencia al patentamiento de la vida” dice Díaz Rönner (2009:12), que cobra sentido en la subordinación de la naturaleza al capital, en la mercantilización más profunda de cada aspecto vital.

En el próximo apartado veremos cuáles son las consecuencias del desmantelamiento de los mecanismos de regulación estatal en la etapa neoliberal en relación a la subsunción real de la naturaleza.

3. La crisis ecológica desde la óptica del marxismo ecológico

Como hemos anticipado en la introducción, la crisis ecológica se manifiesta tanto en la degradación ambiental que las elites globales discuten en términos de cambio climático, como en los problemas de aprovisionamiento de bienes naturales, debido a su agotamiento y/o encarecimiento. Es interesante observar que dichos bienes son crecientemente apropiados en forma privada, mientras que los desperdicios que crea la producción capitalista, sean gases de efecto invernadero o efluentes industriales, son arrojados a la atmósfera o a cursos de agua, en principio, espacios comunes de la humanidad. En ese sentido, James O`Connor esgrime una metáfora en la cual la naturaleza “es un punto de partida para el capital, pero no suele ser un punto de regreso. La naturaleza es un grifo económico y también un sumidero, pero un grifo que puede secarse y un sumidero que puede taparse (...) El grifo es casi siempre propiedad privada; el sumidero suele ser propiedad común” (O´Connor, 2001:221).

El marxismo ecológico propone explorar las relaciones entre economía y naturaleza, más precisamente, analizar la contradicción entre el capitalismo como sistema autoexpansivo y la naturaleza, inherentemente no autoexpansiva. O`Connor retoma las condiciones de producción del capital, que Marx también esbozó en los Grundrisse, y las define como todo aquello que compone el marco de la producción capitalista y que no es producido como una mercancía aunque es tratado como si lo fuera. Quiere decir que no son productos del trabajo, con lo cual no tienen valor pero sí precio (3), dada la lógica mercantilista del capital y la apropiación privada. Es lo que Polanyi (1989) denominó “mercancías ficticias” (4).

Las condiciones de producción se componen de tres partes: las condiciones externas o medioambiente (capital natural), aquellos elementos naturales que intervienen en el capital constante y variable, en las cuales haremos hincapié. Los otros componentes son las condiciones personales (capital humano), o sea, la fuerza de trabajo; y las condiciones comunales generales (capital comunitario), la infraestructura y espacio urbano. El problema es que no se encuentran disponibles en la cantidad, momento y lugar requeridos por el capital. Se hace necesaria la regulación estatal, de manera que se politizan ya que el Estado aparece mediando entre el capital y la naturaleza.

Hasta mediados de los años setenta, los Estados nacionales valoraban el petróleo, el gas, las minas, la tierra, el agua como recursos geopolíticamente estratégicos y los mantenían bajo propiedad estatal o ejercían un riguroso control sobre ellos (Giarracca, 2006). Pero con el advenimiento del neoliberalismo se instituyen políticas de desregulación y liberalización de los mercados de bienes naturales y la privatización de empresas públicas que administraban aquellos. De esta manera, el Estado traspasa al mercado funciones clave en la regulación de las condiciones de producción, al tiempo que omite controles para la protección del medioambiente. Tiene lugar la máxima expresión de la subsunción real de la naturaleza al capital. Sin embargo, es el comienzo de una crisis inédita para el capitalismo y la historia de la humanidad. La asignación de bienes por parte del mercado es inherentemente no planificada y se rige por la obtención de ganancias y la competencia. El capital tiende a la destrucción y agotamiento de los mismos (5), generando escasez y aumento de los costos y gastos improductivos.

Además de la demanda del mercado, otro factor que interviene simultáneamente en el “valor” de las condiciones naturales de producción son las luchas ambientales, ya que buscan determinar los límites en el uso y apropiación de la naturaleza. No son los precios sino los movimientos ambientalistas los que ponen de manifiesto los costos ecológicos y que impulsan la internalización de los mismos por parte de las empresas. Por lo tanto, se trata de luchas anticapitalistas.

En el marxismo clásico el sujeto de cambio es básicamente el movimiento obrero, ya que su eje de análisis es únicamente la contradicción capital-trabajo y el problema del capital en la realización del valor y del plusvalor, por el cual tiende a la crisis de sobreproducción. Por el contrario, el marxismo ecológico incorpora el análisis de lo que se denomina la segunda contradicción del capital, ahora entre el capital y la naturaleza. El capital socava sus propias condiciones de producción cuando trata a elementos de la naturaleza como mercancías y cuando degrada sin miramientos el ambiente, especialmente cuando la regulación estatal es débil o nula. El movimiento ambientalista no reemplaza al obrero, sino que actúa sobre un aspecto complementario de las contradicciones capitalistas. Una forma más de crisis se abre para el capital: el encarecimiento de materias primas y la internalización de los costos ecológicos pueden forjar un problema de producción de plusvalor con una tendencia hacia la crisis de subproducción. Para el marxismo ecológico existe una barrera externa a la acumulación de capital (O´Connor, 2001).

En épocas de expansión de la acumulación del capital, aumenta la demanda de materias primas, de energía y la generación de subproductos no deseados (desechos, gases de efecto invernadero, etc). La crisis ecológica se puede manifestar en términos monetarios para el capital en el aumento de los costos de la energía o de los medios de vida (como recientemente sucedió con los precios del petróleo y de los alimentos) y en el aumento de gastos improductivos con el fin de atender la remediación del ambiente. La dificultad para producir plusvalor puede desencadenar una crisis económica de subproducción.

Pero eso no significa que las crisis económicas no causen presiones sobre la naturaleza. Los capitales individuales buscan defender o restaurar sus ganancias recortando o externalizando sus costos y producen, como un efecto no deseado, la reducción de la “productividad” de las condiciones de producción, lo cual a su vez eleva los costos promedio. También estimula la incorporación de nuevas tecnologías que degradan el ambiente, así como el renacimiento de viejas tecnologías ambientalmente riesgosas. De manera similar, el intento por reducir el tiempo de circulación del capital conduce a una mayor despreocupación por los impactos ambientales (O´Connor, 2001: 219).

Se podría aducir que las crisis económicas dificultan el financiamiento de proyectos perjudiciales para el medioambiente, tal es el caso de un emprendimiento megaminero, o que cae la demanda de materias primas y de energía. Pero estos frenos siempre resultan momentáneos para el capital. Las crisis son especialmente importantes dentro de su régimen de acumulación porque son tiempos de reestructuración, de quiebras, de fusiones y, en definitiva, son tiempos de centralización que preparan el envión para producir en una escala cada vez mayor.

Resulta interesante analizar brevemente algunas consecuencias sobre el mercado de los combustibles fósiles, el régimen energético sobre el cual se ha asentado la acumulación capitalista. El uso predominante del petróleo y el gas elevó exponencialmente la productividad, pero ha alterado aquel principio. La producción de entropía ha aumentado y actualmente acucia la crisis del irreversible agotamiento de los combustibles fósiles. El aumento exponencial del precio internacional del petróleo durante 2008 avivó la crisis económica que ya estaba en marcha. Disparó los costos de la energía y por tanto los costos de producción industrial y agrícola. A su vez, influyó de manera determinante sobre el aumento del precio de los alimentos.

Además, una elevada cotización internacional del petróleo fomenta la expansión de nuevas y dañinas fuentes de energía así como el resurgimiento de viejas y dañinas. De una parte, impulsa la producción de agrocombustibles a partir del etanol (maíz y caña de azúcar) y del biodiesel (soja) que compiten con la producción de alimentos y ahonda aún más la crisis alimentaria. Algunos pronósticos optimistas indican que podría quintuplicarse la participación de los biocombustibles en el consumo de energía mundial para el transporte, partiendo de apenas un poco más de 1% actualmente a alrededor de 5% a 6% para 2020 (Banco Mundial, 2008: 57). Por otra parte, la reaparición de proyectos de centrales nucleares con los riesgos ya conocidos para el medioambiente. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA), en 2008 se inició la construcción de 10 nuevos reactores nucleares, la mayor cantidad en un año desde 1985. En suma, a fines de 2008 había 44 reactores nucleares bajo construcción y un total de 438 en operación, los cuales aportan el 14% de la electricidad mundial (IAEA, 2008: 1).

Por último, el aumento del petróleo renueva el interés por expandir la frontera de extracción, o sea que se ciernen nuevas amenazas sobre áreas de importancia ecológica que poseen reservas. Es lo que sucede, por ejemplo, en la Amazonia peruana, donde nuevos proyectos petroleros amenazan con destruir la biodiversidad y desplazar a la población mayoritariamente indígena que la habita. Desencadenó mayores desigualdades ambientales y un conflicto ambiental de proporciones, temas que veremos en el próximo apartado.

4. Consecuencias: desigualdad ambiental y conflictos ambientales

Hasta aquí hemos visto las características específicas del modo de producción capitalista en lo que hace a su relación con la naturaleza y a las crisis inherentes al mismo. Ahora es necesario analizar cómo su accionar predatorio no afecta a todos por igual.

Existen dos formas en las que se manifiesta la desigualdad ambiental: la desigualdad en el acceso a y control de los bienes naturales y la desigualdad en el acceso a un ambiente sano. La primera forma se refiere a las asimetrías de poder existentes para disponer, aprovechar, utilizar bienes esenciales para la vida, tales como agua, tierra y energía. A ellos debemos agregar la pesca que sirve de alimentación a una multitud de comunidades que viven a la vera de ríos, lagos o mares. También las medicinas ancestrales de pueblos originarios y campesinos son objeto de apropiación de multinacionales que las patentan sin reconocimiento alguno. A esta forma de apropiación se la ha denominado biopiratería. Lo mismo ocurre con los genes humanos, como ya hemos visto.

La segunda forma está relacionada con la protección del medioambiente y con las asimetrías de poder en la distribución de la degradación ambiental derivada de actividades productivas. Emana de la contaminación del aire, del agua, de los alimentos provocada por industrias, transporte, disposición de residuos o grandes obras como represas y complejos turísticos.

En el caso de la actividad extractiva de la minería y de los hidrocarburos se conjugan ambas formas de desigualdad, ya que en todo el mundo son apropiadas por poderosos capitales transnacionales en detrimento del acceso de poblaciones locales, que además sufren desplazamientos territoriales, y se realiza con bajos costos económicos y altísimos costos ecológicos, dada la utilización de grandes cantidades de agua, contaminación con químicos, quema de gases, etc. También resultan peligrosas estas actividades en su transporte, sea por la rotura de mineraloductos, oleoductos y gasoductos o las pérdidas en barcos petroleros.

Por otro lado, la desigualdad ambiental atraviesa distintos tipos de desigualdad social que generan nuevos actores afectados por los mismos. A las acciones colectivas (6) desencadenadas por estos actores Giarracca (2006) las denomina disputas por la apropiación y/o mantenimiento de los recursos naturales. Aquí añadimos en la definición que también son disputas por el acceso a un ambiente sano o por la protección del medioambiente. De manera similar, Martínez-Alier (2005) utiliza el concepto conflictos ecológico-distributivos para designar el desigual impacto del uso que la economía hace del ambiente natural.

Así encontramos nuevos conflictos o disputas en viejas relaciones desiguales, como el clásico intercambio desigual entre los países del “Norte” y los países del “Sur” que, moldeados por las dos formas de desigualdad ambiental, generan los términos imperialismo ecológico y deuda ecológica. En segundo lugar, dentro del ámbito nacional, las desigualdades de raza, género y clase engendran los movimientos contra el racismo ambiental, el ecofeminismo y el ecologismo de los pobres, respectivamente (7).

En condiciones normales de acumulación, la apropiación capitalista restringe progresivamente el acceso a los bienes naturales y genera una distribución de los efectos de la degradación ambiental en mayor medida sobre pobres, negros, indígenas, campesinos, etc. En tiempos de crisis, sea económica o ecológica, la brecha de la desigualdad ambiental también se agranda porque el capital está dispuesto a salvar su propio pellejo a cualquier precio, transfiriendo los costos hacia otros sectores sociales.

5. Algunas reflexiones finales

La naturaleza ya no puede quedar fuera de los análisis económicos, políticos y sociales. La crisis ecológica en curso amerita la utilización de enfoques totalizadores de la realidad para comprender sus causas y sus consecuencias. Su conjugación con la reciente crisis económica mundial no deja margen de duda para rastrear sus fundamentos en el modo de producción y reproducción capitalista. Vimos que la economía clásica y la economía neoclásica no pueden dar respuestas adecuadas dado el individualismo metodológico desde el cual parten.

La teoría marxista tradicional reparaba en menor medida en la complejidad del mundo natural que en la relación capital – trabajo, pero su herramental crítico permite desnudar las formas en que el régimen capitalista de producción fetichiza la naturaleza. A través de la propuesta del marxismo ecológico establecimos la segunda contradicción del capital, entre la ilimitada acumulación capitalista y los límites de la naturaleza; entre la reproducibilidad y circularidad del capital y la irreversibilidad de los procesos naturales. También pudimos recobrar las fortalezas del carácter dual del trabajo y del proceso de valorización estudiados por Marx.

Asimismo, pudimos reconstruir la lógica de la apropiación privada y de la mercantilización de la naturaleza inherente al capitalismo y el proceso de subsunción real de la naturaleza al capital. Los bienes naturales, en tanto condiciones de producción, son puestos en la órbita de la circulación como mercancías ficticias con un precio y, por ende, son pasibles de ser explotados ilimitadamente. Las reformas neoliberales debilitaron la regulación estatal de tal forma que el capital ha quedado librado a su propia lógica. Dado que el capitalismo como sistema autoexpansivo colisiona con los límites naturales, el resultado de estos procesos es una tendencia hacia la crisis de subproducción, en la cual el camino del capital hacia la apropiación de plusvalor se dificulta ante el agotamiento y encarecimiento de los bienes naturales y ante el progresivo aumento de los gastos improductivos para afrontar la degradación ambiental.

Podemos establecer también una tendencia del capitalismo mundial a la profundización de las desigualdades ambientales y que los costos de la crisis ecológica serán distribuidos en forma aún más desigual con el fin de sostener los niveles de acumulación. Finalmente, en un contexto de crisis y de creciente desigualdad es esperable el incremento de la conflictividad ambiental. Siguiendo nuestro argumento, los movimientos ambientalistas tienen una potencialidad anticapitalista cuando impulsan la internalización de los costos ecológicos por parte del capital. Buena parte de ellos buscan además nuevas formas de relacionarse con el medio natural.

Hemos desarrollado las íntimas imbricaciones entre la crisis económica y la crisis ecológica. Podemos aseverar tras lo expuesto, que más allá de cómo el capital supere su crisis económica, no puede superar por sí mismo la crisis ecológica a la cual ha sometido al mundo entero. Las crisis económicas son cíclicas. La crisis ecológica no tiene retorno, por el contrario se profundiza, en tanto se mantengan vigentes los fundamentos de la presente formación histórica, económica, política, social y ambiental. www.ecoportal.net

Ignacio Sabbatella - Publicado en la Revista Iconos, Flacso Ecuador, Nº 36, enero 2010 - http://marxismoecologico.blogspot.com

Referencias:

(1) La introducción del concepto “bien natural” no es casual ni neutral. Podríamos caracterizarla como parte de una disputa discursiva al interior del mundo académico pero que fundamentalmente han establecido algunos movimientos sociales contra el concepto hegemónico “recurso natural” impuesto desde una racionalidad instrumental y economicista propia del régimen capitalista de producción. Entre los bienes naturales enumeramos agua, tierra, minerales, bosques nativos, biodiversidad y fuentes de energía (fósiles, eólica, hidroeléctrica, solar, etc).

(2) “La Huella Ecológica mide el área de tierra y agua biológicamente productivas requerida para producir los recursos que consume un individuo, una población o una actividad, y para absorber los desechos que estos grupos o actividades generan, dadas las condiciones tecnológicas y de manejo de recursos prevalecientes. Esta área se expresa en hectáreas globales (hag): hectáreas con la productividad biológica promedio a nivel mundial. Los cálculos de la huella utilizan factores de rendimiento para dar cuenta de las diferencias nacionales en la productividad biológica (por ejemplo, las toneladas de trigo por hectárea en el Reino Unido comparadas con el rendimiento en Argentina), y factores de equivalencia para dar cuenta de las diferencias en los promedios mundiales de productividad entre los diferentes tipos de paisaje (por ejemplo, el promedio mundial de los bosques comparado con el promedio mundial de las tierras agrícolas)” (WWF, 2008: 42).

(3) “Cabe, por tanto, que una cosa tenga formalmente un precio sin tener un valor. Aquí, la expresión en dinero es algo puramente imaginario, como ciertas magnitudes matemáticas. Por otra parte, puede también ocurrir que esta forma imaginaria de precio encierre una proporción real de valor o una relación derivada de ella, como sucede, por ejemplo, con el precio de la tierra no cultivada, que no tiene ningún valor, porque en ella no se materializa trabajo humano alguno” (Marx, 2000:64).

(4) Polanyi estaba pensando en los orígenes históricos de la economía de mercado como un sistema autorregulado. Para ello era imprescindible establecer ficticiamente al hombre y a la naturaleza como mercancías. “La producción es interacción entre el hombre y la naturaleza; para que este proceso se organice a través de un mecanismo autorregulador de trueque e intercambio, el hombre y la naturaleza deberán ser atraídos a su órbita; deberán quedar sujetos a la oferta y la demanda, es decir, deberán ser tratados como mercancías, como bienes producidos para la venta (...) El hombre con la denominación de fuerza de trabajo, la naturaleza con la denominación de tierra, quedaban disponibles para su venta; el uso de la fuerza de trabajo podía comprarse y venderse universalmente a un precio llamado salario, y el uso de la tierra podía negociarse por un precio llamado renta. Había un mercado de mano de obra y un mercado de tierra, y la oferta y la demanda de cada mercado estaban reguladas por el nivel de los salarios y de las rentas, respectivamente: se mantenía consistentemente la ficción de que la mano de obra y la tierra se producían para la venta” (Polanyi, 1989:137)

(5) Marx ya tenía alguna sospecha: “Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre” (Marx, 2000: 424).

(6) Tomamos de Tarrow el sentido de acción colectiva que “se convierte en contenciosa cuando es utilizada por gente que carece de acceso regular a las instituciones, que actúa en nombre de reivindicaciones nuevas o no aceptadas y que se conduce de un modo que constituye una amenaza fundamental para otros o las autoridades” (Tarrow, 1997:24). Es la base de los movimientos sociales, pero este término queda reservado a aquellas secuencias de acción que se apoyan en redes sociales densas y símbolos culturales que permiten mantener desafíos frente a oponentes poderosos. “Los movimientos sociales son desafíos colectivos planteados por personas que comparten objetivos comunes y solidaridad en una interacción mantenida con las elites, los oponentes y las autoridades” (1997: 26).

(7) Para una ampliación, ver Sabbatella 2008.

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