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Las Imposibilidades del Consumo Responsable

La irresponsabilidad del consumo responsable como propuesta de transformación social

 

 

El consumo responsable

Esta no es una tesis doctoral que evalúa lo que dicen todos los defensores del consumo responsable. Como en todo tema, supongo que habrá muchos matices. Ello no implica que haya que familiarizarse con todas las corrientes para hacer unos primeros apuntes y reflexiones generales sobre la irresponsabilidad que puede contener esta propuesta. Tiempo tendremos para hacer una segunda lectura más detenida y profunda. Por tanto, nos ceñiremos a las definiciones que hacen algunos de ellos sobre lo que es el consumo responsable. Una de estas definiciones dice así:

§                “Vivimos en una sociedad que favorece el consumismo, nos hemos convertido en la generación de usar y tirar.[1] La publicidad nos bombardea con anuncios cuyo objetivo no es nuestro bienestar, sino hacernos engranajes de un sistema que reduce a las personas al papel de meros consumidores sumisos. Este modelo económico de producción y consumo tiende cada vez más a su agotamiento. Es impensable hacer frente a los problemas ecológicos y sociales que nos afectan sin detener la complicada maquinaria y estructuras que los producen: el neoliberalismo.

Como consumidores, último eslabón del sistema económico, tenemos una responsabilidad, pero también tenemos un poder, aunque si bien es cierto que mucho menor en relación a la primera. Con nuestra forma de consumir podemos influir en la marcha de la economía y del mundo de una forma directa. Un consumo consciente y responsable, orientado al fomento de actividades satisfactorias para la naturaleza y las personas es una gran contribución y un decisivo instrumento de presión frente al mercado.

El concepto de Consumo Responsable es muy amplio, como lo es la propia actividad de consumir. Podemos, sin embargo, sintetizarlo en tres bloques:

1. Un Consumo Ético, en el que se introduzcan valores como una variante importante a la hora de consumir o de optar por un producto. Hacemos especial énfasis en la austeridad como un valor en relación con la reducción para un consumo ecológico, pero también frente al crecimiento económico desenfrenado y al consumismo como forma de alcanzar el bienestar y la felicidad.

2. Un Consumo Ecológico, que incluye, por este orden, las famosas "erres" del movimiento ecologista: Reducir, Reutilizar y Reciclar, pero en el que también se incluyen elementos tan imprescindibles como la agricultura y ganadería ecológicas, la opción por la producción artesana, etc.

3. Un Consumo Social o Solidario, en el que entraría también el Comercio Justo, es decir, el consumo en lo que se refiere a las relaciones sociales y condiciones laborales en las que se ha elaborado un producto o producido un servicio. Se trata de pagar lo justo por el trabajo realizado, tanto a gentes de otros países como a las más cercanas, en nuestro ámbito local; se trata de eliminar la discriminación, ya sea a causa del color de la piel o por diferente origen, o por razón de género o religión; se trata de potenciar alternativas sociales y de integración y de procurar un nuevo orden económico internacional”.[2]

Un pequeño comentario sobre su esencia, aunque posteriormente ampliaremos de forma más teórica este concepto de consumo responsable:

§                No parece que la sociedad que favorece el consumismo sea el capitalismo, término que ni se menciona. Que yo sepa, el neoliberalismo existe en tanto y cuanto es una de las versiones del capitalismo globalizado.

§                Según la definición se habla de que el sistema favorece el consumo, cuando en realidad es el consumo el que forma parte de su propia lógica para apropiarse privadamente de la acumulación de riqueza. Tampoco el papel que las personas tenemos asignadas en el sistema es el de ser meros consumidores, sino también la de meros productores de riqueza y meros ausentes de la gestión de la sociedad capitalista. Antes que consumidores, el sistema nos obliga a ser productores de riqueza para los empresarios si queremos consumir. Consumimos porque producimos, sino nos moriríamos de hambre.

§                Afirma que los consumidores tenemos una responsabilidad, con nuestra forma de consumir podemos influir en la marcha de la economía y del mundo   Esto me indica que la definición se alinea con la teoría económica convencional, que fundamenta las relaciones sociales en la soberanía del consumidor. Esto quiere decir que la producción capitalista, a pesar de ser cuasi monopolista en su actual fase, es débil en su estructura de poder, y continuará produciendo de acuerdo con las preferencias subjetivas que los consumidores expresen en los mercados (ver epígrafe más abajo). De aquí que la definición también sostenga que los consumidores per se tenemos poder. ¿Cómo podemos ser responsables de aquello para lo que no tenemos poder para decidir? Es cierto que no tenemos poder en la producción, y falso de que hemos de ser responsables en el consumo.

§                Las armas (o el poder) del consumidor frente al capitalismo son la austeridad, el reducir, el reutilizar y el reciclar, todo en función de las mercancías que consume. Al consumidor se le propone que actúe de forma activa ante los productos que consume, pero no se le dice nada de las mismas mercancías que el consumidor produce. En ningún momento se piensa que el consumidor es antes un trabajador, que ha de producir una plusvalía para el capital si quiere consumir, y, tampoco, como consecuencia, ha de incorporarse a las reivindicaciones propias de la lucha de clases. Si no hay trabajador, ya no hay explotación por parte del sistema, y si no hay explotación, sobra propugnar la lucha de clases.

§                Al centrarse en el consumidor de productos acabados, el sector productivo queda santificado, a salvo. Se olvida de que las empresas son las mayores consumidoras de energías y recursos naturales, muchos de ellos no renovables. También entrando en el consumo doméstico, el de las familias, la definición pasa por alto el sometimiento del sector de consumo al sector de la producción: la mayoría de los consumidores estamos obligados a comprar las energías que fabrican las multinacionales o los productos que producen y distribuyen las pequeñas empresas: gas, petróleo, electricidad, agua, así como teléfonos, coches y gasolinas, bandejas de poliuretano, embalajes de cartón, piezas-bloque sin poder cambiar el tornillo que falla, etc. El primer nivel del consumo irresponsable arranca del sector productivo: el segundo se prolonga en las familias.

§                No veo, porque no se especifica en la definición, como se puede pagar lo justo por el trabajo realizado, cuando no se incluye o menciona la teoría del valor trabajo, y menos el proceso para procurar un nuevo orden económico internacional. Seguramente se trate de implorar a los dioses para que esto ocurra. Da la sensación de que nos proponen que volvamos a interpretar la realidad desde la mitología o el esoterismo, tan extendido ahora en tiempos del postmodernismo.

La irresponsabilidad del capitalismo

En el capitalismo globalizado, especialmente en el ámbito de la economía real y del sector financiero, los economistas críticos [3] sostenemos que el sector productivo es irresponsable porque despilfarra los recursos naturales y envenena la primera naturaleza,[4] a la vez que explota a los trabajadores o segunda naturaleza. El sector distributivo es irresponsable sector de consumo es irresponsable (ámbito donde se realiza la plusvalía), aparte de la inutilidad de muchos de los servicios y bienes que se producen, por la conversión de la conciencia obrera de los trabajadores en ciudadanos con conciencia de consumidores. La irresponsabilidad de los poderes (privados y públicos) es proporcional, no sólo por la riqueza y la renta que se apropia privadamente una élite, sino porque esta misma minoría es únicamente la que decide que se produce, con que recursos y tecnologías, en que países, y cuanta mano de obra va a emplear; al consumidor no le queda más remedio que consumir lo que se produce y pagar el precio que marcan. La irresponsabilidad del capital financiero se manifestará, no sólo en el sistema de créditos que controlará para expandir el consumo (asegurarse la realización), sino tanto o más en la expansión del dinero especulativo que, llegado ciertos momentos, conducirá a las crisis periódicas del sistema. por los salarios de hambre que paga a la mano de obra que utiliza, mantiene un ejército de reserva mundial al borde de la miseria, pero la riqueza y la renta que se genera en el sector productivo se concentra en unas pocas personas. El

Dos paradigmas para interpretar el capitalismo

Sin embargo, en la interpretación de cómo funciona el capitalismo, hemos de señalar que contamos fundamentalmente, al menos, con dos paradigmas: la teoría del valor de la preferencia subjetiva (consumo) y la teoría del valor del trabajo abstracto (producción); [5] a la primera la consideraremos la explicación desde el análisis convencional (legitimadora del capitalismo), y a la segunda la explicación desde el análisis crítico (transformadora del capitalismo). La oposición entre ambas interpretaciones se basa en que el primer análisis arranca del consumidor como agente motor de la economía e, incluso, algunos economistas sostienen que existe un excedente que los consumidores arrancan (explotan) a los empresarios. Mientras que en el segundo, su análisis comienza en la producción, ámbito donde los capitalistas explotan a los trabajadores, donde se originan unas relaciones de clase que serán antagónicas a causa de una plusvalía que extraen de la mano de obra, y, de aquí, la correspondiente lucha que eventualmente se ha de dar entre las mismas.

La economía crítica sostiene que se consume lo que se produce y no al contrario. Por tanto, consumo irresponsable, no; capitalismo, tampoco. Los economistas críticos nos debemos oponer a que se singularice el sector del consumo dentro del capitalismo y se hable y proponga como una solución el consumo responsable. Su título, ya en si, culpabiliza al consumidor tratándole de irresponsable, cuando en el capitalismo, pera entenderlo, las relaciones sistémicas comienzan con la producción, lugar donde se origina la explotación. Cuando Marx, en su obra El Capital, abre este mágnum trabajo con el capitulo de las Mercancías, lo que intenta dejar bien claro de partida es la importancia de la producción para entender la teoría del plusvalor trabajo encerrado en la producción de mercancías. Debemos destacar, además, que las relaciones mercantiles, aunque sean descentralizadas a nivel local, en forma de trueque y con monedas complementarias, no son totalmente democráticas por su carácter bilateral, frecuentemente individualista, y atomista, las cuales son limitadas por la competencia del mercado que se establece, y que limita significativamente las opciones de las personas, incluso llegando a coercionarlas a actuar en contra de su propia voluntad”.[6]

A su vez, como destacan todos los marxistas, esta crítica de la explotación intenta ser una crítica de todo el capitalismo, una crítica sistémica. Por tanto, consumo irresponsable no, pero tampoco producción irresponsable, distribución irresponsable, financiación irresponsable y gestión irresponsable. Hay que diseñar propuestas holistas que se propongan acabar con el capitalismo en su totalidad, que contengan procesos para pasar de las sociedades donde domina lo privado a las sociedades colectivas, donde domine lo comunal.

La interpretación convencional

Someramente, en esta visión de la economía,[7] señalábamos como el consumidor es considerado el rey, el agente económico que, a través de las preferencias que revela en el mercado mediante el consumo, envía sus mensajes a los empresarios para indicarles que desea consumir y estos han de producir. A partir de la soberanía del consumidor, manifestada mediante las preferencias subjetivas expresadas por los mismos en los mercados de bienes y servicios, los capitalistas organizan el sector productivo, no sólo de los bienes acabados y servicios, sino de toda la demanda derivada, en términos de recursos naturales, energías, mano de obra y nivel de empleo, tecnologías, métodos de producción, etc. Esta teoría sostiene que el consumidor individualmente está dotado de gustos y talentos como para calcular sus intereses en términos de ser capaz de maximizar su propio bienestar y el grado de utilidad de la misma. Por tanto, la economía encontrará el equilibrio general en la medida que cada consumidor, al maximizar su bienestar individual, movido por su propio egoísmo, dará como resultado global el bienestar general, la suma de los egoísmos de cada consumidor. Autores, como J. Bentham (teoría de la utilidad marginal), o JB Say (la demanda genera su propia oferta; el valor de una mercancía depende de su valor de uso) defendieron como el valor se generaba a partir del consumo y no de la producción. Otros incluso han pretendido demostrar, utilizando el concepto del excedente del consumidor, como los individuos con mayores ingresos se beneficiaban de un precio más bajo, al pagar a los empresarios menos como resultado del equilibrio entre la demanda y la oferta, el precio de equilibrio (Ver gráfico). Una forma de indicar o demostrar como los empresarios son explotados (y no lo trabajadores) por aquellos consumidores con mayor poder adquisitivo.

La interpretación crítica

Decir que el consumo (como el crecimiento) [8] es intrínseco al capitalismo, que sin él el sistema se muere, obliga a explicar la lógica del porque esto es así. En K. Marx aprendemos que “la circulación de mercancías es el punto de partida del capital. La producción de mercancías, la circulación mercantil y una circulación mercantil desarrollada, el comercio, constituyen los supuestos históricos bajo los cuales surge aquel. De la creación del comercio mundial y el mercado mundial modernos [globalización] data la biografía moderna del capital”.[9] De aquí la necesidad de producir para vender (producción), y de vender para comprar (consumo). Emplear mano de obra y utilizar recursos naturales para producir mercancías, y fomentar el consumo entre la población para circularlas, [10] sin estas dos operaciones el sistema no se mantendría ni reproduciría.

Pero la motivación del sistema es la generación y apropiación de la riqueza productiva en la forma de excedente o beneficio. Esto es posible en la medida que uno de los circuitos del capital, comprar para vender, se realiza y se repite permanentemente en toda su extensión: es decir, la economía crece o se desarrolla en la medida que lo que se produce se realiza, se consume (D-M-D’). En el sistema productivo, una de las relaciones sociales, el capital, mediante la explotación de la otra relación social, el trabajo, se apropia de la riqueza excedente o plusvalor que producen los trabajadores (D-P-M+m). En el sistema de consumo o intercambio, el capital finaliza el circuito en el cual el capital inicial (D=M), más el plusvalor (m=d) se convierten en nuevo capital dinero (D+d).[11]

Si el circuito se completa, producción, distribución y consumo, el sistema crece o se desarrolla, porque se cumple el objetivo que motiva al capitalismo: la obtención de beneficios. Cuando este circuito se interrumpe continuadamente, el sistema entra en recesión o crisis, dependiendo de la gravedad en la caída de la tasa de ganancia. Porque lo que motiva al capitalista, no es la ganancia aislada, sino el movimiento infatigable de la obtención de ganancias: D-M-D’-M’-D’’-M’’-D’’’.

La lucha oligopolio / monopolística entre los capitalistas por el control de los mercados y el reparto de los beneficios conduce a que cada empresa intente reducir sus costos en las dos direcciones posibles: abaratamiento de la mano de obra (reducción del consumo, o disminución voluntaria mediante el consumo responsable) y reducción de precios de los recursos naturales (materias primas y energías). En su competencia, las empresas no buscan tanto reducir la cantidad de mano de obra que emplean sino los salarios que pagan para el mantenimiento y la reproducción de la fuerza de trabajo, así como todo otro tipo de costo laboral (cuotas para pensiones, paro, condiciones de trabajo, aumento de la jornada, etc.);[12][13] tampoco buscan reducir la cantidad de materias primas o energías que utilizan, sino el coste de las mismas.

El control de ambos mercados es siempre un objetivo prioritario para las empresas, especialmente las de índole transnacional, porque les asegura el control de los mercados de mercancías, el control de los recursos (naturales e humanos), y una mayor participación en el reparto de beneficios. Es obvio decir que todo este control supone poder, poder para decidir y gestionar de forma privada:

§                Qué se produce, con que métodos, que energías y demás recursos naturales se aplican, en que lugar o país se fabricarán las mercancías, cuanta mano de obra hace falta, que clase de investigación se hará y que innovaciones se llevarán a cabo, así como la duración de los productos.

§                Qué se consume, tipos de consumidor, precios, publicidad.

§                Cómo utilizarán el poder que ejercerán sobre gobiernos para adecuar las regulaciones ambientales y laborales a las exigencias de sus planes de producción, sobre las empresas pequeñas como parte de la red productiva y distribuidora, y sobre la población en general, en tanto en cuanto son oferentes de mano de obra y consumidores de las mercancías que se producen.

§                En que países pueden encontrar mano de obra más barata (con menor consumo). La mayoría de las deslocalizaciones se da porque encuentran estas facilidades en países pobres o empobrecidos. Allá donde los trabajadores aceptan congelar salarios, o no presentan conflicto ante la reducción de los salarios reales, las empresas son menos propensas a las deslocalizaciones. Si las clases asalariadas aceptamos voluntariamente, mediante la práctica del consumo responsable, vivir austeramente con menos ingresos, estamos abaratando el coste de mantenimiento y reproducción de la mano de obra, estamos facilitando al capitalismo el que pueda aumentar fácilmente su tasa de plusvalía relativa.

Esta es, en líneas generales, la lógica de acumulación y control del capitalismo. En resumen, “en el capitalismo, el aparato productivo tiende a hacerse totalitario en el grado en que determina, no todas las ocupaciones, aptitudes, y actitudes socialmente necesarias, sino las necesidades y aspiraciones individuales. De este modo, borra la oposición entre la existencia privada y pública. Entre las necesidades individuales y sociales. La tecnología sirve para instituir formas de control social y cohesión más efectivas y agradables […] Y la productividad y el crecimiento potencial del capitalismo estabilizan la sociedad y contienen el progreso técnico dentro del marco de la dominación. La razón tecnológica se ha hecho razón política”.[14]

Entonces, toda propuesta que se haga ha de contrastarse con estas exigencias para comprobar si se trata de una alternativa al sistema, o simplemente una sencilla modificación de alguna de sus características sistémicas. Es decir, y conviene repetirlo, pronunciarse en contra del consumo (o del decrecimiento), una necesidad sistémica que tiene el capitalismo de abaratar la mano de obra y de crecer, implica que no se está en contra del capitalismo. Así mismo, para estar en contra del sistema forzosamente supone que se ha de estar contra la propiedad privada, pues esta característica supone la mayor protección legal y la base que defiende la estructura de poder dentro de las sociedades de clase.

Como resumen, el mero hecho de consumir responsablemente no es posible ni objetivo suficiente, pues quizás pudiese dar lugar a otro modelo de consumo que no fuese incompatible con la explotación y el dominio de clase. No nos garantiza la salida del capitalismo, y menos establece un proceso para salir de una sociedad clasista, explotadora, jerárquica.[15]

En la era del capitalismo postmoderno, ¿cómo explicaría esta corriente el consumo responsable?

Para el postmodernismo,[16] la razón no existe, y si existiese, no sería una facultad humana adecuada para entender la realidad. Porque la realidad es relativa, subjetiva, aquello que la opinión individualizada de la persona dice creer percibir sin necesidad de razonar. Para el posmodernista, las mercancías producidas existen sino el consumidor no podría comprarlas, pero no admite que la razón actúe para construir con argumentos y demostrar objetivamente que la explotación, el dominio, las clases sociales, las jerarquías con poder de clase, son una realidad que se da en la esfera de la producción, todo lo cual ocurre de forma independiente de la mirada subjetiva del individuo.[17] Para el posmodernista, el consumo también existe, pero es una realidad completamente subjetiva, individualizada. No se la puede razonar. Porque, cuando “B”, observando como “A” consume, puede considerar que lo hace de forma irresponsable, mientras que “C” puede opinar lo contrario de “B”; por tanto, nos encontramos con que el consumo que realiza “A”, siguiendo los postulados del postmodernismo, puede ser a la misma vez tanto responsable como irresponsable, nunca razonable o irrazonable, por imposibilidad de utilizar esta facultad. Dada la relatividad de ambas opiniones, si las dos afirmaciones están en lo cierto, “A” no podría modificar sus pautas de consumo aunque quisiera. “A” también podría llegar a la conclusión de que su regla de consumo, individual y subjetiva, no tiene base para ser reprochada, dada la relatividad individual de su propia decisión.   Por tanto, el postmodernismo anula, no sólo que podamos considerar que el consumo (o la producción) pueda ser irresponsable o responsable, sino que, sin criterios de juicio, sin ayuda de la razón, podamos actuar sobre el mismo. Este desamparo del consumidor para modificar su elección del patrón de consumo, o del trabajador para luchar contra la explotación, postulada por el postmodernismo, contribuye a que el capitalismo sea el gran beneficiado. Nadie puede criticar el capitalismo de forma razonable.

Si Parménides naciese en esto tiempos vería con simpatía el postmodernismo. Este filósofo presocrático sostenía que el ser es, pero que por serlo, no se le podía añadir ningún otro calificativo, o dejaría de serlo. No negaba la razón, pero ahí acababa su razonamiento fundamental. Por tanto, este pensador también sostendría que el consumo es, con lo que nadie podría proponer un consumo responsable, porque esto sería como admitir la existencia de su opuesto: un consumo no responsable, irresponsable. Dicho de otra manera, desde esta valoración subjetiva e individual del consumo no puede caber la posibilidad de que sea responsable e irresponsable a la misma vez. Lo mismo que pasa con la subjetividad que defiende el posmodernista como actitud para mirar al mundo, que nos deja sin saber lo que éticamente puede ser bueno o malo, y no sólo en el consumo, sino también en la producción, en la distribución, en la gestión, en las injusticias, en la desigualdad, etc.

Desde la dialéctica, afortunadamente Heráclito salió al paso de esta forma convencional de razonar la realidad del mundo. Heráclito desmontaría esta aserción, postulando y demostrando que el ser es y no es, [18] y que aplicada al capitalismo, podemos explicar porque la producción es irrazonable e irresponsable, la distribución es irrazonable e irresponsable, el consumo es irrazonable e irresponsable, y la gestión de todo el sistema es irrazonable e irresponsable. Pero dejemos para otro momento la contribución que hace la dialéctica a la formación del conocimiento humano, a la epistemología.

Por tanto, como señala la definición citada al principio, no dudo que “un consumo consciente y responsable, orientado al fomento de actividades satisfactorias para la naturaleza y las personas [sea] una gran contribución y un decisivo instrumento de presión frente al mercado”, pero el ámbito mercantil sólo es una parte del sistema, y la respuesta del consumidor como agente social activo, pero individualizado por naturaleza de su propia función, dejaría inmune al resto del capitalismo, quedando sin tocar el resto del sistema: la producción, la distribución, la financiación, la gestión, es decir, no contempla una transformación holista del capitalismo. Digamos que la propuesta del consumo responsable simplemente aspira a ser un intento de reparar el sistema, en aquello que puedan suponer actividades nocivas para la primera naturaleza, (el mundo de los seres no humanos) siempre a expensas de los esfuerzos y sacrificios que esté dispuesta a hacer la segunda naturaleza (el mundo de los seres humanos). Hábil y de forma paulatina, el capitalismo verde y ético ya va incorporando progresivamente estas propuestas y a sus defensores.

Algunas reflexiones que los defensores del consumo responsable tendrán que plantearse

Según los informes de la ONU y otros organismos, alrededor  de 120 millones de personas mueren anualmente. Por tanto, la situación de desigualdad e injusticia poco cambia, excepto que la  avaricia de los ricos no tiene límites, y las propias leyes del capitalismo lo impiden. Y todo esto en épocas de desarrollo económico mundial, de crecimiento. Con la crisis actual, en un claro período de decrecimiento generalizado del sistema, todos los expertos, informes, agencias oficiales y ONGs coinciden en que se dispararán los números de victimas a causa de la llegada de los jinetes del Apocalipsis: enfermedades, hambre, guerra y muerte. Unas realidades que, para los posmodernos, dada la subjetividad con que pueden valorarse, han de ser consideradas con mucha cautela y bastante más distancia.       

Según datos actualizados, la población en el mundo será de unos 6.806.973.524 al 1 de enero del 2010.[19] Esta cifra podríamos desglosarla en:

§                Pobres. Recientemente, el Banco Mundial ha publicado una serie de datos sobre la pobreza en el mundo. Define como pobres a quienes viven con un ingreso inferior a un dólar al día. Con este criterio, se estima en 3.000 millones el número de pobres, lo que representa casi la mitad de la población mundial. Actualmente, un niño muere cada cinco segundos de hambre o por motivos relacionados con la falta de alimentos.[20]

§                Hambre. Casi otros mil millones de personas pasan hambre en el mundo. La FAO informa que 854 millones de personas del mundo están subalimentadas, esto es, disponen de menos de 1.900 calorías diarias.[21]

§                Guerras, enfermedades, muerte. Muertos en la Segunda Guerra Mundial aproximadamente unos 50 millones. ¿Cuántos más en las invasiones de Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, etc.? Gastos anuales de la presencia militar  de EE.UU. en Afganistán e Irak: 46.500 millones de dólares. Presupuesto militar de EE.UU. para el 2005: 417.500 millones de dólares; de China: 29.900 millones de dólares; de Rusia: 6.300 millones de dólares. Es decir, “los conflictos armados socavan la nutrición y la salud pública, destruyen los sistemas educacionales, tienen efectos devastadores sobre las formas de sustento de la población y retardan las perspectivas del crecimiento económico”. Cada hora que pasa, y sin acaparar la atención de los medios, mueren más de 1.200 niños.  Esto significa que, en una economía mundial cada vez más próspera, 10,7 millones de niños no llegan a 5 años. Personas fallecidas anualmente por malaria en el mundo: 500.000. Sudafricanos que fallecen diariamente por SIDA: 600. Fallecimientos anuales por el Chagas: 43.000. Trabajadores muertos anualmente por enfermedades y accidentes relacionados con el trabajo: 2 millones. Dirigentes sindicales asesinados en el 2002: 226. Niños fallecidos en el África subsahariana: 4,4 millones; y en el Sudeste asiático, 3 millones. Afectados del SIDA que viven en la India: 8,5 millones; y en África 89 millones Afectados por la enfermedad de Chagas 18 millones.[22]

§                Analfabetismo. A nivel mundial, existen unos 920 millones de analfabetos. Niños sin escolarizar en el mundo: 103 millones. Niños obligados a trabajar en el mundo: 250 millones.

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